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Tras la marcha de Casemiro rumbo a Mánchester se han podido escuchar algunas voces que no terminan de entender que un jugador pueda irse del Real Madrid de manera voluntaria. Es algo que siempre descoloca. Al Madrid no le dejan, es el Madrid el que te deja. Supongo que eso pasará en todos los equipos del mundo, porque el aficionado es muy sentido y orgulloso. Pero con el club blanco sucede de manera especial. Por eso se suele decir que fuera de Madrid hace mucho frío. Estos días se ha hablado mucho de una entrevista en la que la mujer de Di María contaba su paso fallido por Mánchester tras salir de España como si hubieran estado un año de trabajos forzados en Siberia. Muchos no pudieron evitar murmurar “no, si ya te lo dije”.

Hay veces en las que jugador, afición y ciudad no terminan de entenderse. En un vídeo promocional salía Kaká diciendo que su rincón favorito de Madrid era el zoo. Eso puede explicar muchas cosas de su etapa. Gattuso se fue a Escocia un año para jugar en el Glasgow Rangers e iba a cenar todos los días a un restaurante italiano para intentar sentirse más cerca de casa. Se acabó casando con la hija del dueño.

Lo peor de la vida de futbolista tiene que ser lo de hacer mudanzas con relativa frecuencia. Nadie escapa a eso, por muy rico que sea uno. Al tedio de tener que empaquetar todas las cosas en cajas de cartón para terminar perdiendo luego alguna de manera misteriosa durante el proceso. A sentirte otra vez el nuevo del cole y que el profesor te presente delante de toda la clase y que uno al fondo empiece a murmurar algo. A mí me entrarían ganas de convertirme en un one man club ya solo por evitar todo eso.

Al final Casemiro se va tras ocho temporadas en el Madrid. Dice que ha cumplido un ciclo. Parece el mandato de un presidente de los Estados Unidos: ocho años, pones en orden un país con tendencia al caos y terminas algo más envejecido del estrés del puesto y de vivir bajo lupa cada día. El fútbol es cruel y algunos corifeos ya repiten que a Casemiro se le empezaban a ver las costuras con 30 años. Y que pegaba demasiado. Escribió Marco Aurelio que es propio de reyes actuar rectamente y tener mala fama. Ocurre lo mismo con los centrocampistas defensivos.