Huijsen, el símbolo del Madrid
El internacional español personifica la regresión blanca. Flaquea en las marcas, se desconecta posicionalmente de la línea, le cuesta girar un mundo y no confía en la anticipación.


No hubo reconciliación futbolística del Madrid. Su paso clasificatorio no disfraza la delicada impresión de su juego. Hasta con un Sevilla con diez pasó apuros evidentes para sostenerse y su involución está fuera de todo debate. Habrá que ver si la victoria, que prorroga la continuidad de Xabi Alonso, le sirve de algo en clave de futuro. Ahora mismo, no tiene pinta ninguna.
El Madrid empezó igual que acabó en Talavera. Como un flan, sin nada a lo que aferrarse y a merced del rival. Tuvo la fortuna de que este Sevilla es lo que es. El plan de Almeyda se cumplió, pero la pegada no le siguió. Su equipo emborronó al Madrid con una presión al hombre decidida, explotó el estado de nervios de Huijsen y enfiló la portería de Courtois con verticalidad y energía a partir de Juanlu, Sow e Isaac Romero. Pero se cegó en los últimos metros.
La falta de acierto del Sevilla no alivió al Madrid, incapaz de sacudirse el desconcierto que le rodea. El equipo de Xabi cogió la pelota sin saber qué hacer con la misma ante el bloque apañado de Almeyda en 1-5-4-1 o 1-5-3-2. Lo de siempre. El Madrid se atascó, desprovisto de ideas entre líneas, y se entregó a las embestidas esporádicas de sus jugadores. Algunas rupturas de Rodrygo, conducción de Vinicius o llegada de Bellingham le sacaron del letargo, pero tuvo que ser el balón parado y la cabeza del inglés los que trajeron la paz momentánea al Bernabéu. Solo de forma pasajera.
El despropósito defensivo del Madrid continuó en la reanudación. La cesión de Xabi Alonso de no presionar alto no ha arreglado nada. El Madrid sigue siendo un equipo largo, poco intenso en el robo y con severos desórdenes a la espalda de su zaga. Vinicius y Mbappé ni disimulan, la zaga no acompaña al centro del campo y las fisuras aparecen por dentro y por fuera. Solo así se entiende que el Sevilla tocara con tanta comodidad y se presentara en situaciones muy favorables ante Courtois, la única defensa posible del Madrid.
Huijsen personifica la regresión del Madrid. Aunque Rüdiger no estuvo mejor que él, la actuación del internacional español fue sintomática. En los primeros partidos nunca terminó de apasionar por cierta indolencia, pero ahora la sensación de fragilidad que transmite se ha agravado sustancialmente. Flaquea en las marcas, se desconecta posicionalmente de la línea, le cuesta girar un mundo y no confía en la anticipación. Siempre estuvo lejos de Alexis o Isaac Romero. Tampoco hay indicios de su personalidad en la salida de balón, al no generar ningún tipo de ventaja. Huijsen se ha caído.
Marcao le echó la mano que necesitaba al Madrid. Su temeridad minimizó la alternativa del Sevilla, pero aun así el equipo de Xabi Alonso hizo todo lo posible para que no perdiera la fe. Rodrygo fue el antídoto blanco. En cualquier caso, la confusión volvió a atrapar a los de Xabi. La entrada de Camavinga no ofreció nada distinto y el Madrid persistió en jugar a la contra sin agresividad en la recuperación ni seguridad en la posesión. Un desatino del que no se ve ahora preparado para salir.
Rüdiger y Huijsen, descolocados

Suazo recibe en la banda tras un cambio de orientación y Alexis se queda solo ante Courtois con una simple ruptura. Rüdiger no se percata del movimiento del chileno y Huijsen impide que haya fuera de juego. Estaba mal ubicado.
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