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Hola al entusiasmo, adiós a la nostalgia

La Selección cerró en Tenerife un año inolvidable, doblemente feliz por los títulos conseguidos -Eurocopa y Liga de las Naciones- y por su voluntad de romper con el reciente pasado, trufado de resultados decepcionantes y malos presagios. Durante 10 años, desde la eliminación en la primera ronda del Mundial de Brasil 2014 hasta la eclosión actual, la Selección fue un territorio de polémicas y sensación de declive en el mapa mundial del fútbol, impresión aumentada por la nostalgia del célebre equipo que ganó un Mundial, dos Eurocopas y marcó un periodo de indiscutible hegemonía.

Cuesta creer, a la vista del excelente rendimiento de la selección y de su brillante juego, un cambio tan radical o una distancia tan grande entre las discretas expectativas iniciales y la realidad de su desempeño. España se ha erigido en el mejor equipo del momento después de completar un trayecto infernal, frente a los rivales más prestigiosos de Europa.

En Alemania derrotó a las otras cuatro selecciones europeas campeonas del mundo -Italia, Alemania, Francia e Inglaterra- y en todos los casos con merecimiento. Cada uno de sus adversarios disponían de argumentos que les favorecía en los pronósticos. Italia, defendía el título; Alemania jugaba en casa; Francia venía de ganar el Mundial 2018 y salir subcampeona en 2022; Inglaterra llegó a la Eurocopa con la que se considera mejor generación de su historia, representante del poderío comercial de la Premier League, el campeonato que marca el rumbo en fútbol mundial.

La selección necesitaba despejar varias incertidumbres. Luis de la Fuente, seleccionador desde diciembre de 2022, había armado un equipo que crecía en resultados y juego. Lo acreditó el éxito en la Liga de las Naciones. Por menor que pareciera, era el primer título en 12 años. Se desprendía una opinión casi general: buenos jugadores, buen equipo, sin estrellas, salvo Rodri, el mejor medio centro de la generación actual y el apunte de Lamine Yamal, un adolescente de 16 años que dejaba aquí y allá detalles de futbolista diferente.

En el plazo de un mes, la perspectiva cambió bruscamente. España ganó la Eurocopa, dejó el sello de equipo atractivo, dinámico, dueño de una efervescencia juvenil y una cohesión de acero. No sólo fue el mejor equipo del torneo, sino el único que se rebeló contra el fútbol mecánico, pesadote, que definió a sus grandes rivales. Esas cuatro semanas acabaron con el derrotismo y cambiaron la percepción sobre nuestro fútbol.

Una cantidad insospechada de jugadores españoles aparecieron en la lista final de aspirantes al Balón de Oro. La cotización de varios de ellos se disparó en el mercado de verano. Veteranos como Rodri o Carvajal acreditaron en la selección toda la fama que habían alcanzado en sus equipos. Centrocampistas como Dani Olmo, Fabián y Merino se consagraron ante la opinión pública. Laporte, Le Normand, Nacho, Vivian y Cucurella formaron un espléndido muro defensivo, bien completado en la portería por Unai Simón. En un abrir y cerrar de ojos, el fútbol alcanzó esa dimensión casi mágica que consiste en proyectar como equipazo a una selección que no convencía en los últimos años.

Desde esta vertiente, Lamine Yamal rompió todos los esquemas. Con unas habilidades excepcionales y una madurez insospechada en un jugador de 16 años, pasó de gran proyecto de fútbol a estrella rutilante del fútbol. Jugó como los grandes y, sobre todo, lo hizo frente a los mejores, en los partidos que marcan la verdadera estatura de un futbolista. Lamine brilló contra la Francia de Mbappé y la Inglaterra de Bellingham y Kane. Se erigió instantáneamente en la referencia de lo que es y lo que proyecta la selección española, que ha entrado en un nuevo proceso de optimismo, ratificado en las últimas semanas por los ganadores de la Eurocopa y el núcleo de aspirantes que tan buena impresión dejaron en el partido de Tenerife con Suiza.

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