Hazard se quita la mochila
Recuerdo que en 2013 toqué mi techo con la báscula. Llegué a pesar 99,7 kilos. Cuando vi el fantasma de “las tres cifras” entendí que algo estaba haciendo mal. Lo consideré como un aviso taurino y empecé a cambiar mi chip gastronómico. Tomé una decisión más drástica todavía en 2015, tras ese doloroso 4-0 en un derbi en el Calderón que me hizo sentirme tan mal que esa noche acabé en el hospital para revisar mis males (físicos y anímicos). Un par de buenos consejos, la autocensura inteligente en ciertos aspectos de la ingesta y un poco de voluntad lograron que mi el equilibrio en mi pesaje dejase de ser una tortura para la vista: pasé a la tranquilizadora horquilla actual (86-87 kilos)”.
Por eso, imagino lo que ha sentido Hazard al regresar este verano a Valdebebas como si fuese otra persona, con un perfil estilizado y ligero como si se hubiese quitado en Marbella esa mochila cargada de piedras (el equivalente a los cuatro o cinco kilos que ha perdido desde el verano de 2019). Si a ello le sumas el haberse desprendido de la maldita placa de titanio, te da como resultante un futbolista liberado física y mentalmente, con ilusiones reactivadas y un indisimulado afán por quitarse ese cartel de fracasado que le ha venido acompañando en sus tres cursos de blanco.
Hazard no es Mbappé, pero curiosamente va a aprovechar las calabazas que el divo parisino dio al club de sus amores infantiles para demostrar al Bernabéu que él también fue en su día un Top Five. Yo le tengo fe al belga. Y no soy el único. En lo que va de estío me he encontrado a muchos madridistas que han decido darle un voto de confianza. Vamos Eden!!