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Hay una luz que nunca se apagará

Lo del Real Madrid y Arda Güler empieza a parecer un poco como esa gente de conducta un tanto sospechosa que opta por dejar el árbol de Navidad puesto en casa todo el año. Respetable, pero poco entendible. Durante un tiempo el árbol turco brilló, centraba todas las ilusionantes miradas, la casa parecía hasta más alegre con él y cada día aparecía un nuevo regalo a sus pies. Ahora, en cambio, ha quedado bastante fuera de contexto, arrinconado, sin saber muy bien cuál es su función, mientras unos van y vienen. No molesta, pero las visitas empiezan a preguntar. Ni siquiera Ancelotti, maestro del feng shui, parece tener muy claro dónde colocarlo: si en la terraza para que le dé el aire, si en el recibidor o si en el trastero. Queda bien en todos lados, pero con tanto cambio no parece asentarse ni brillar en ninguno. Y el árbol, mientras tanto, se va poniendo mustio.

El madridismo (y toda una impaciente Turquía) espera que sus luces vuelvan a brillar pronto. Que no se quede en ese fogonazo de los seis goles en seis tiros a puerta. Porque a todo el mundo le gusta la Navidad y a todo el mundo le gusta Arda Güler, salvo que seas un grinch o el barrendero triste de Solo en Casa.

En estos momentos de zozobra blanca, con un Leganés y un Liverpool a la vuelta de la esquina tras el siempre traicionero parón de selecciones, el Madrid necesita hacer un ejercicio de introspección y volver a lo que una vez pareció funcionar. Lo mostrado hasta ahora no es suficiente. Se acabaron las excusas. Y para ello, aparte de señalar a Mbappé y de añorar a Kroos, necesita un paso adelante de sus reservas. Ceballos tiene que empezar a dejar de ser esa eterna promesa siempre con un pie en el Betis, Brahim ha de consolidarse como ese indispensable jugador número 12 tras su lesión y Güler ha de volver a brillar con luz propia. El turco tiene facilidad para el gol, imaginación, calidad de sobra y el descaro de los buenos. Al Madrid le iría muy bien ahora mismo un poco de todo esto para dejar de ser esta versión predecible, insustancial y perezosa de sí mismo.

Lo bueno es que ya enseguida vuelve la Navidad. Es hora de volver a enchufar las luces del árbol y de ilusionarse un poco. El talento no puede apagarse.

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