Más Carvajal, más Rodri...
Baño y masaje en Sofía. Victoria y festival de España. Una gozada de equipo, la verdad. Un lujo.


Baño y masaje en Sofía. Victoria y festival de España. Una gozada de equipo, la verdad. Un lujo. Vendrán batallas más duras y rivales más importantes, pero el plan de ver jugar a esta Selección empieza a ser gratificante, maravilloso. Funciona todo. Hay plantilla, hay entrenador, hay equipo. Saben lo que hacen y cómo lo hacen. Entienden que viene un Mundial y aprietan los machos. Tienen juventud, calidad y hambre.
En Bulgaria se vio a ese equipo que nos invita a soñar. El campeón de Europa surgió a lo grande tras haber perdido la Nations en junio. La convivencia con los títulos hace mejor a cualquier grupo, también al que maneja docendo discimus el bueno de Luis de la Fuente. El tratamiento que da a los Cucurella, Merino u Oyarzabal respecto a los Carvajal, Rodri o Lamine le corona como el rey de la gestión interna. Ha convertido en estrellas a los meritorios. Lo mismo que el maestro Del Bosque con Capdevilla, Pedro o Llorente.
Por eso surge fácil la comparación entre esta generación y la que nos llevó a la gloria. La forma de forjar sus primeros éxitos de la actual España resulta casi más mundana y natural que la de los héroes del triplete. El margen de mejora es grande y la tripa está por llenar. Ya llegarán los días en los que a Huijsen y Lamine les dé pereza viajar a Bulgaria para medirse a la 84 del mundo, como ocurrió irremediablemente con los campeones del mundo. De momento, no es el caso. Si ellos disfrutan de cada rato sobe el césped, nosotros disfrutamos también.
Lo cierto es que con 18 años recién cumplidos, Lamine jugó su partido 22 con España. Nico Williams acumula 23. Hasta un recién llegado como Huijsen ya lleva 5. Todo va muy rápido en el fútbol. Tan rápido como que esta Selección nos ha ilusionado con levantar la Copa del Mundo en unos meses en Estados Unidos. La vuelta de Rodri y Carvajal también se celebra. Son los mejores del mundo en sus puestos y los encargados de poner sensatez y cordura en un vestuario insultantemente joven.
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No les verán extravagancias ni ínfulas de estrella. Sólo descubrirán en ellos jugadores clásicos, futbolistas de los de siempre. Por cierto, ya no quedan calvos en el fútbol y uno repara en ello comparando a esta Bulgaria con la de Stoichkov, Balakov y Lechkov, el inolvidable Lechkov, aquel centrocampista sin pelo, pero con mucha clase, que eliminó casi por sí solo a Alemania en el Mundial del 94. Comparar a esta Bulgaria con esa es un sacrilegio. No tanto hacerlo con esta España y la que nos llevó a lo más alto. Palabras mayores.
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