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Gustos adquiridos

Todos tenemos ciertas debilidades. Algunas rayan en la perversión. A mí me gustan los centrocampistas trotones. Algo pesadotes. Incluso lentorros en los gestos. Esos que son un poquito lenteja, que diría Alberto Edjogo-Owono. No me escondo. Dame uno de esos medios que tardan toda una vida en girarse, como una grúa de torre, y llámame tonto. Un Goliath en un mundo lleno de Davides. Dotados con la carrocería de un John Deere, pero no por ello exentos de calidad. Un falso torpe. Me emociono. En un mundo cada vez más espídico, cierta lentitud en el campo me da paz espiritual. Quizá esté proyectando, quizá me sienta identificado. ¿Jugadores de pase corto, asumiendo pocos riesgos y a los que el FIFA siempre les da la velocidad punta de un caballo percherón? Añadir a la cesta.

Habrá a quien le guste más un extremo habilidoso o el típico mediapunta fantasista que filtra pases en huecos que todavía no existen. Bien está. A mí dame un tanque ahí en el medio. Un jugador corpulento, alto y que no se complique demasiado la vida. Cada uno es especial y distinto al otro, como para el que colecciona relojes de cuco. ¿Khedira? Más bello que la Victoria de Samotracia. ¿William Carvalho? Mi tanque de terciopelo. ¿Yaya Touré? Ya no los fabrican así. ¿Xhaka? Debilidad personal. ¿Rodrigo? Mi reino por él.

Khedira, con el Real Madrid.
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Khedira, con el Real Madrid.

Jugadores sin prisas. Que no ponen cara de velocidad. Josep Pla describía a un amigo escritor: “Tiene las piernas curvas, un culo como una casa, una espalda cargada de sueño, el paso indolente. Cuando el poeta baja cuesta abajo, parece que suba cuesta arriba”. Ese es mi ideal de centrocampista.

Por todas estas razones enunciadas pensaba que Tchouameni podría convertirse en mi jugador protegido (todos acogemos bajo nuestra tutela a un jugador que creemos injustamente tratado y cuya defensa convertimos en cruzada personal). Han pasado tres años, sin embargo, y el flechazo no termina de llegar. Intento ver sus virtudes por encima de todo. Me fuerzo a que me entusiasme, como si fuera un gusto adquirido. Me encantaría despreciar las opiniones de otros advenedizos y decir que Aurélien es un “jugador de entrenadores” como si yo estuviera aquí esperando a que alguien me diera las riendas de un equipo.

Pero sé que llegará ese día. Tarde o temprano. Habrá un momento en el que Tchouameni suelte las cadenas que a veces parece arrastrar y comience a dominar los partidos. A demostrar jerarquía, liderazgo y mando. El éxito en el fútbol tiene una hoja de ruta azarosa e imprevisible. A Rodrigo se le llamaba “Rodrizontal” de manera sarcástica. Ahora es candidato a Balón de Oro. A veces los patitos feos, los trotones del centro del campo, rompen en elegantes cisnes.

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