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Guardiola gana confundido

Por fin, merecidamente por todo lo hecho y cómo lo ha hecho, Guardiola y su City legitiman su fastuoso proyecto con el ansiado trono europeo. Es la confirmación definitiva de un entrenador mayúsculo que ha creado un equipo casi de culto. Y eso que, en una final que se preveía muy distinta a la que se terminó jugando, se las tuvo que ver tiesas ante un Inter fantástico. El City no digirió bien el valiente planteamiento de Inzaghi, con una presión hombre a hombre que distorsionó la pulcritud habitual skyblue en la salida. No le importó tomar riesgos, a veces excesivos, al emparejar a los centrales Darmian y Bastoni con los De Bruyne, Gündogan o Stones porque pensó que era mejor que el City vacilara en los primeros pases. Todo eso sucedió durante mucho tiempo, con Rodri muy solo y errático de primeras en la construcción y con Lautaro y Dzeko orientando con su presión que el City se proyectara por fuera. Bernardo Silva y Grealish recibieron muy lejos de la zona de peligro. Ahí se sintió seguro el Inter, activado en la anticipación y coherente en su esfuerzo ante un City singularmente poco lúcido. Guardiola no quiso mover nada, confió la creatividad entre líneas a Stones y apenas encontró las rupturas en pocos metros de un Haaland desaparecido.

Se le atragantó al City la propuesta de Inzaghi. Hay que tener coraje para jugarle así a un equipo de Guardiola y ese reconocimiento al menos se lo llevará el Inter. El City no se manejó ni con pausa ni con ritmo y apenas generó en alguna entrega vertical de Rodri o tras recuperar en una zona avanzada. Vivió sobre el alero, expuesto a las apariciones de Lautaro y las acciones de centro lateral del Inter que le pudieron endosar más de un disgusto de no ser por Ederson. Y se sacó todo su mal fario de temporadas anteriores con una jugada que clarifica la evolución continua de Guardiola. Fue Akanji, un central, el que dio el pase que transformó la acción del gol y fue Rodri, con su llegada desde atrás, el que proclamó ser el mejor mediocentro del mundo actualmente y la conquista europea del City. La noche en la que peor jugó el City en tiempo fue la más feliz de su historia. Eso también se lo debe a Guardiola.

Equivocación de Bastoni

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Akanji divide con su conducción y se aprovecha de una mala lectura de Bastoni para servir un pase en profundidad medido para Bernardo Silva. El central italiano no debía haber saltado ahí, tenía que haber aguantado posicionalmente.