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Griezmann, el poder de una sonrisa

Antoine Griezmann es transparente. Su estado de ánimo se intuye en su andar, su peinado, su sonrisa. Y nunca un gesto había sido tan importante para un equipo. Con su salida al Barcelona, y la forma de producirse, la afición del Atlético se sintió traicionada. Dolida, resentida. Aquello de que algo se muere en al alma cuando un amigo se va se hacía más profundo que nunca. En este caso era un ídolo, un referente.

En la Ciudad Condal perdió su brillo, su aura y su alegría. Pero solo con esperar al Atlético hasta el último minuto del verano de 2021 para volver no era suficiente. Habían pasado dos años, la herida todavía estaba reciente. Era el momento de recuperar el cariño y su trono sobre el césped. Cabeza gacha y a currar. No hay un talento tal en el fútbol con tanto afán en la recuperación y en el trabajo colectivo. Un rey con corazón de peón. En su primer año de regreso su actitud fue irreprochable, pero se encontró con un lado oscuro que había esquivado toda su carrera: las lesiones. Una mala patada en el derbi y la posterior recaída le volvió a sumir en las sombras.

La misma solución: trabajar, trabajar y trabajar, que diría Luis Aragonés. Una figura histórica a la que está a punto de superar como máximo goleador del club. Puede ser hoy mismo. El curso pasado Griezmann recuperó la sonrisa. Con su melena rosa al viento se convirtió en el mejor jugador del campeonato. Este año no ha parado de serlo. Es el mejor ejemplo de que las segundas partes pueden ser extraordinarias.

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