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Fui educado en un antimadridismo militante que he llevado a gala siempre. Por su parte, el Madrid se ha empeñado, temporada tras temporada, en alimentarlo con sus éxitos. Y tras los resultados de ayer sábado (victoria del Madrid, derrota del Barça) el equipo blanco resultó de nuevo campeón. Será la decimosexta vez que en lo que llevo de vida los vea levantar al cielo el trofeo de Liga. Por si fuera poco, cinco de esas veces fueron seguidas, entre mis once y dieciséis, esos años en los que la pasión por el fútbol se afianza. Sumen a eso las cinco Copas y, lo que es peor, las ocho Champions (tengo que reconocer que en esto último perdí la cuenta, ¡ocho!) que en este tiempo han ganado y díganme que no es para cogerles tirria.

No creo que a estas alturas uno tenga que justificarse, pero vaya por delante que mi antimadridismo lo entiendo como una muestra de respeto. En este mundo y en estos tiempos que nos ha tocado vivir, el Madrid ha sido casi siempre un equipo intratable. Mi manía hacia ellos es fruto de sus triunfos, un trofeo más en su palmarés. Cuántos partidos he conectado el televisor con el Madrid perdiendo en el minuto ochenta para verlos ganar, eso es algo en lo que he perdido la cuenta. A veces he sospechado que lo hacían adrede, ganar así, para que a mí me jodiera más.

Cuando era más pequeño, a mi hijo mayor solo le dejaba ver la primera parte de los partidos de Champions. Eso produjo una rutina en la que yo lo mandaba a la cama con el Madrid perdiendo y despertaba con su pregunta por el resultado final. Qué duro era reconocer, cada desayuno, cada mañana, que habían ganado. “¿Otra vez?”, preguntaba él, incrédulo. “Otra vez”, respondía yo como diciendo que esto es la vida, que se fuera haciendo a la idea. Cada mañana un baño de realismo, nunca mejor dicho.

Un día imaginé hacer una especie de Good Bye Lenin, seguro que han visto la película, versión Real Madrid y mentir a mi hijo, crearle un mundo imaginario en el que los blancos perdían siempre.

En fin, es bonito soñar, pero el Madrid es bien real. Ayer ganó su Liga número 36, pues (tomo aire, frunzo el ceño, gruño un poco) felicidades a los blancos.

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