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Fútbol local y universal

El pasado sábado por Sant Jordi –Día del Libro en Cataluña– me regalaron Unico grande amore, del periodista y escritor Toni Padilla. Editado por Panenka, un primer vistazo hace pensar que trata del fútbol italiano, pero es mucho más que eso. Toni Padilla es uno de los tipos más curiosos que conozco, y lo bueno es que esa curiosidad se acompaña de la virtud de ser interesante, ameno, sabio y a la vez muy cercano. En este libro, el fútbol le sirve para contarnos historias y vivencias de los italianos, en un país tan diverso como lo pueden ser los tifosi de Inter, Nápoles, Roma o Atalanta.

Hay además en sus páginas una idea de fondo que olvidamos los seguidores de clubes grandes, siempre con la angustia de ganar: todos los aficionados del mundo viven alegrías y penas y, con ese baremo, la calidad del juego es secundaria. Quiero decir que si pudiéramos medir el nivel de felicidad de un seguidor del Girona cuando marca Stuani, por ejemplo, o del Depor cuando marca Lucas Pérez, no sería tan distinto del de un aficionado de segunda regional cuando gana su equipo del alma. Todo es relativo. Lo comprendí hace unos años, cuando pasé un tiempo en Australia. Desde tan lejos, lo más civilizado era ver la liga australiana; bastaron dos partidos y unas cervezas para convertirme en seguidor del Adelaide United, y dormía contento por una victoria sufrida mientras ignoraba una Champions europea que allí se jugaba de madrugada.

A veces olvidamos que hay fútbol en todas partes. El gozo es simultáneo y la magia de un gol es universal. Estos días se han hecho famosas las proezas del Wrexham, el club galés del actor Ryan Reynolds, que subirá a la League Two británica. Casi al mismo tiempo, Toni Padilla colgaba en Twitter el fabuloso gol de chilena que marcó Abel Hernández para que Peñarol ganara su partido en el minuto 97. No sé nada de la liga uruguaya, pero por momentos me sentí uno de esos aficionados celebrando una jugada que ha dado la vuelta al mundo. Véanlo. Es globalización de la buena.