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‘Funiculì, funiculà’

Nápoles celebra a lo grande 33 años después. El funicular vuelve a pasearse hasta lo alto del Vesubio haciendo tronar la celebérrima melodía napolitana. Sin saberlo, fue justo hace un año cuando se inició esta triunfal travesía. Spalletti pasaba un momento crítico al frente. Tres trompazos contra Fiorentina, Roma y Empoli habían puesto al toscano al borde del precipicio, pero De Laurentiis, pese a las presiones, adoptó un puñado de medidas que se han revelado de lo más certeras. Aguantó a un técnico al que el fútbol, siempre esquivo, le ofrece ahora su merecida justicia. Infravalorado a veces, encuentra ahora sentido a la estrofa y alcanza el lugar “donde corazón ingrato ya no puede hacer daño”.

Pero no solo. Este Scudetto del volcánico don Aurelio es el del derribo de prejuicios. No le dolió en prenda despedirse de Insigne, su bandera, y de un ramillete de campeones que habían rondado el ansiado título: Koulibaly, Mertens, Ospina, Fabián… Confió, sin ambages, en el conocimiento y el mago Giuntoli le armó un equipo que, pasito a pasito, entonó el estribillo: “Jamme, jamme ‘ncoppa, jamme jà!”. Directos a la cima, eso sí, tarareando la letra con una mixtura de acentos georgiano, nigeriano y coreano. Quién lo hubiera imaginado. El del prestidigitador ‘Kvara’, el del exhuberante Osimhen y el del comandante Min-Jae. Y así, el imparable traqueteo. Funiculì, funiculà!