Falcao hace buena la fe del Rayo

La noche estaba para él e Iraola lo sabía. Falcao volvió a la titularidad en un partido especial porque pasan los años, pero el Atlético no le olvida. Así lo acreditó una sonora ovación, que le recordó la dimensión de los logros pasados. El Tigre estuvo proactivo con la Franja, lo intentó todo: bregó cuando era necesario atrás y disparó todo lo que cazaba. A nadie le sorprendió que él asumiera la responsabilidad del penalti en el último suspiro y su gol materializó la fe de un equipo, que no se rindió a pesar de haber sufrido de lo lindo en la primera mitad. Ya avisó el técnico de Usurbil, pero el plan era claro: había que mantenerse a flote en la marejada para tratar de llegar a la orilla cuando soplara viento a favor.

Su destino pasaba por luchar. Eso es, al fin y al cabo, lo único innegociable para la parroquia vallecana. El sudor, la entrega, dejarse la piel. El primero de los mandamientos del rayismo, como recordaron con sus cánticos los 300 aficionados desplazados. Ellos también jugaron, con el aliento y la garganta como armas. Eso espoleó a los suyos sobre el césped, que fueron de menos a más y en la segunda mitad, con Comesaña y Camello, recuperaron el pulso y el hambre. Sembraron a su paso el runrún en la grada. Contra pronóstico, la trama transcurrió alrededor del área rojiblanca y Nteka provocó un penalti de Giménez. El Rayo creyó e hizo creer. Y el 1-1 hizo justicia, justicia divina...