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Hace unas semanas mi compadre Rafa Cabeleira caminaba sobre las nubes. El Barcelona había ganado 0-4 al Real Madrid. Si hubiera tenido cerca un botón que detuviera el mundo para toda la eternidad, lo habría pulsado sin dudarlo. En la sección que compartimos en el Hoy por Hoy de la Cadena SER, me tocó hacer de aguafiestas recordándole que LaLiga, como la vida, es muy larga y que todo puede pasar en ella.

El escritor Enrique Ballester suele afirmar que la mejor manera de pegársela en la vida (y yo añado, también en LaLiga) es generar expectativas altas. Se refiere a esos niños de todo sobresalientes y goles. Dios se apiade de ellos, que quienes crecimos sembrando fracasos tempranos acabamos triunfando por poco que hayamos hecho en este mundo. En fútbol es parecido, al menos en uno de los sentidos. No sé si comenzar titubeante sirve para que la botella parezca siempre medio llena a final de temporada, pero sí estoy seguro de que arrasar en la primera vuelta es peligroso, ya que se generan expectativas impensables en verano que muchas veces hacen que el balance final no sea equilibrado y pasen por fracasos lo que, en realidad, no está nada mal.

Etimológicamente expectativa comparte raíz con espectador y quiere decir “la esperanza de que ocurra algo”. En la Liga esta esperanza crece a medida que avanzan los buenos partidos. Hay algo paradójico en ese efecto dominó que acontece en la grada, que comienza a creer en lo que antes era impensable, pues de esas ilusiones a veces nacen grandes decepciones.

Nunca me ha gustado la expresión “campeón de invierno”, porque en invierno nadie campeona. Solo hay un ganador y lo deciden las frías matemáticas en primavera. ¿Quién se acuerda de quién comandaba la tabla la primera vuelta en temporadas anteriores?

Y, sin embargo, las ilusiones son el alimento del hincha. Escribo esto antes del partido entre el Athletic Club y el Real Madrid, con mi equipo en cuarta posición y la esperanza de que derrotemos a los blancos y que sea Rafa quien me escriba mañana para bajarme de esas nubes que hace poco él habitaba.

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