Esta vez toca abrir la hucha
Asumo que soy de los cabezones que, aferrados a la nostalgia de ese Benzema deslumbrante que ganó con toda justicia el Balón de Oro, consideraba que no era tan relevante fichar un nueve alternativo para dar descansos y rotaciones coherentes a Karim. Un servidor vive en la ensoñación de que sus ídolos son eternos y que tienen el Síndrome de Peter Pan. Me sucedió en su día con Butragueño, Raúl, Casillas y Ramos. Te crees que van a estar ahí toda la vida y no asumes que en algún momento hay que ir preparando el relevo generacional.
Benzema sigue siendo un nueve con alma de diez, un delantero estilista, moderno y capaz de bailar con la pelota alrededor del área. Pero ese instinto killer del curso pasado (44 goles) se ha ido disipando entre lesiones y las arrugas inevitables de la edad. En el Clásico copero del jueves lo vimos todos en el Bernabéu. Karim lo intentaba, pero no conseguía estar nunca en la zona de remate. Hubo multitud de centros lateralizados que no encontraban al encargado de plasmar en la jaula rival la superioridad y el dominio del balón de un Madrid que esterilizó su fútbol de posesión hasta el extremo de no tirar una sola vez entre los tres palos del Barça.
Entiendo que Mbappé o Haaland sean la gran apuesta para 2024. Pero para este verano hay que dar galones al hispano-uruguayo Álvaro Rodríguez, o en su defecto fichar a un ariete tipo Vlahovic que permita a Benzema tener en la próxima temporada una despedida digna y acorde con su grandioso legado. Negar que el Madrid tiene un problema en la definición es absurdo. Nos toca abrir la hucha.