Opinión

Los toques de Julián y la mano de Cucu

Los del Comité de Árbitros de la UEFA rearbitran las jugadas tras verlas tres meses en televisión, como veo yo ‘Breaking Bad’. Y se quedan tan anchos.

El delantero de España Dani Olmo (d) se escapa de Joshua Kimmich, de Alemania, durante el partido de cuartos de final de la Eurocopa entre España y Alemania, este viernes en Stuttgart.
JJ Guillén
Joaquín Maroto
Actualizado a

Guardo un gratísimo recuerdo de mi última visita a Stuttgart, con alguna mácula que también rememoraré a continuación. Voy a empezar por lo mejor: aquí mismo España eliminó a Alemania de la última Eurocopa, de la que somos vigentes campeones. Un testarazo de Merino a la mismísima escuadra en el minuto 119 dio el pase a La Roja. Lo celebramos en este periódico poniéndole al entonces jugador de la Real Sociedad (hoy en el Arsenal) el pañuelo rojo de San Fermín, que compartió con el otro navarro del equipo, Nico Williams, en la portada del AS de ese 6 de julio, víspera del patrón de Pamplona.

Pero en ese partido pasaron más cosas. Fue el único de toda la Eurocopa al que asistió el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, al que la Federación dejó colgado al final como una paraguaya. No pudo bajar al vestuario porque Pedro Rocha, que se sentía perseguido (y algo de razón llevaba) no mandó a nadie a buscarle.

También fue el día de la bronca de Alemania, que reclamó un penalti de Cucurella por una mano que Taylor no señaló y que la propia UEFA torpemente rearbitró, como ha hecho ahora con el penalti de Julián Álvarez. Eso de corregir a sus propios colegiados con tiempo para ver la jugada repetida en televisión durante tres meses, como veo yo Breaking Bad, es de chivatos, de ‘sapos’, como dicen ahora los chavales. Eso sí, lo que no protestaron los alemanes, ni rearbitró la UEFA, fue la patada de Kroos a Pedri, que le sacó del partido en el minuto 7 y le dejó la rodilla maltrecha un par de meses. El alemán se fue de rositas, ni siquiera con una mísera amarilla. Pero de eso, como digo, ni pío.

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Se acumulan tantos recuerdos de ese día de julio pasado en Stuttgart que dan ganas de volver. Pero sólo por un día. Exclusivamente para esta semifinal de la Liga de Naciones. Porque si volvemos a Stuttgart el domingo significará dos cosas: que hemos perdido contra Francia y que tenemos que comparecer en el bodrio de la consolación, un partido injustificable en un calendario sobresaturado que deja heridos, como Carvajal o Rodrigo, de larga duración. Lo dicho: no querría volver al lugar del crimen (según los alemanes, el de Cucurella), por lo menos este fin se semana

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