España se libera en el incendio
En mitad del incendio que se ha levantado en el fútbol español, la Selección ha jugado dos partidos, con 13 goles a favor y uno en contra, regalado además. Cuanto peor, mejor, suele decirse en estos casos. España ganó el Mundial femenino en un clima de división –hace un año, 15 internacionales se negaron a acudir a las convocatorias si Jorge Vilda continuaba en el cargo– y todavía no ha podido celebrarlo, fechorías de Luis Rubiales por medio. La pésima gestión del éxito ha acabado tanto con Rubiales como con Vilda. Lejos de aprovechar la victoria, el presidente prefirió autodestruirse en un serial de varios episodios. Sainete y drama a la vez, la saga Rubiales se extendió por todas las vertientes federativas, incluida la Selección masculina, que regresaba con el entrenador discutido, el recuerdo de la derrota con Escocia y un clima de altísima tensión. Contra pronóstico y la lógica del momento, el equipo se liberó y ha salido del trance entre vítores.
En una atmósfera absolutamente disfuncional, una selección ha ganado la Copa del Mundo y otra ha recobrado el optimismo perdido. El fútbol español tiene estas rarezas. España sale de sus partidos con Chipre y Georgia con el ánimo renovado, no importa la debilidad de sus rivales. A Georgia, un equipo que suele dar problemas a selecciones de más potencia, le empequeñeció España con un juego fastuoso y siete goles en Tiflis. Chipre no se podía empequeñecer más. Es un equipo testimonial.
Los rivales eran pequeños y no dieron guerra a la Selección española, pero sorprendió la agilidad, el compromiso general y el gran rendimiento de los jugadores, bajo sospecha desde hace tiempo. España ganó la Liga de las Naciones, pero ni enamoró, ni evitó el mal recuerdo del partido con Escocia y la decepcionante actuación en el Mundial de Qatar. No ha pasado un año desde aquello y la mayoría de los jugadores acuden con regularidad a las convocatorias de Luis de la Fuente. Alguno que no acudía, como Ferran Torres, ha aprovechado bien la oportunidad.
España no fue exigida en los dos partidos, pero De la Fuente envió un mensaje contundente: Unai Simón, Le Normand y Laporte jugaron todos los minutos en unas posiciones donde sus sustitutos –Arrizabalaga, Pau Torres, David García…– no se estrenaron. Es una parte del equipo sometida a críticas en los últimos años, con constantes variaciones en la pareja de centrales. Esa desconfianza se advertía en la calle y en el interior de la Selección. No puede explicarse de otra manera la reubicación de Rodri en el centro de la defensa en el último Mundial.
La intensiva presencia de Unai Simón, Le Normand y Laporte es un mensaje al equipo y al exterior. No quiere dudas. Es una señal de confianza para los tres jugadores y para los demás. Hizo bien en mantenerlos y no jugar a las rotaciones con ellos, aunque sus posiciones eran las más cómodas para gestionar minutos, titularidades y descansos.
Frente a Chipre se repitieron las excelentes noticias de Carvajal, vibrante y diáfano en su juego, como si le hubieran quitado años de encima. Rodri expresó a los cuatro vientos su autoridad, tan necesaria para un equipo que requiere orden y máxima jerarquía en el campo. En el Manchester City, el equipo del año en el mundo, Rodri se ha elevado a la categoría de estrella y está decidido a trasladar su estatus a la Selección española.
Ningún jugador ha perdido crédito esta semana. Al contrario, todos lo han mejorado, veteranos, jóvenes y debutantes. En el caso de Lamine Yamal, los dos partidos han confirmado su tremendo potencial y han elevado un poco más unas expectativas que asustan por los destellos del jugador, su precocidad y el temor a la digestión de todo lo que le espera dentro y, sobre todo, fuera del campo.