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Escándalo, es un escándalo

No hace tanto tiempo, ayer mismo precisamente lo recordábamos con algunos de la multitud de amigos que Robert Hernando congregó en un acto tremendamente duro y a la vez hermoso en torno a su libro ‘El cáncer partido a partido’, que el Espanyol acariciaba finales de la Copa del Rey. Fue en aquel 2015, con Sergio González, Collet, el golazo de Víctor Sánchez en San Mamés y, sobre todo, sin Chen. ‘The last dance’ del Espanyol de siempre. Y casi diría que del fútbol de siempre. Contra el Athletic, justamente, como una oda al balompié clásico. Eran los tiempos de ‘Mi gran noche’ retronando en La Catedral. El tiempo, más bien los actos (y también la ausencia de ellos) ha variado el repertorio de Raphael. Hoy el espanyolismo exclama el ‘¡Escándalo, es un escándalo!’.

Vaya por dónde, lo que los comités técnicos no quisieron aclarar en su día, lo ha tenido que confirmar la Justicia. No a petición del Espanyol, que detuvo sus prometida queja por los cauces legales pesar de la millonada que un bufete de abogados recibe anualmente del club, sino de rebote por la denuncia de varios árbitros que nada tenía que ver con el asunto perico. El caso es que un juez viene a refrendar poco menos que el club perico fue descendido deliberadamente. “El VAR ofreció unas imágenes, pero había otras que hacían dudar sobre si el balón había entrado o no por completo en la portería”, explica el auto judicial sobre el gol fantasma del Atlético de Madrid que, a la postre –y sin entrar en las polémicas arbitrales igual de mayúsculas en la jornada posterior, ante el Valencia– condenó al Espanyol.

El perjuicio es mayúsculo, el club dice que los servicios jurídicos están estudiando la información aunque recuerda que ya impugnó el partido, como si de algo hubiera servido más que para un ensañamiento mayor y, mientras tanto, el daño es irreparable. Porque el Espanyol está en Segunda y confirmaciones como estas no hacen sino abrir aún más los ojos ante una perversión primero del sistema y luego del funcionamiento de un club que debería haber promovido una protesta continua e histórica a la altura del menoscabo causado.

Pero para eso tampoco está este Espanyol de Chen, el de la bandera blanquiazul al lado de la china, de los discursos enlatados y el del CEO que anuncia que todo va según su curso a pesar de que deportivamente no hubo jamás un mayor momento de zozobra e incertidumbre. Jamás. El de un propietario que avisa de que no se rendirá, lo cual a estas alturas de la película suena ya más a amenaza que a mensaje tranquilizador. Que no se rinda, pero para buscar justicia en lo que, a nuestro entender, refleja uno de los mayores desfalcos en el fútbol español, o que se rinda y venda el club ya.

Captura del 0-2 del Espanyol-Atlético, gol fantasma de Griezmann concedido por el VAR.
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Captura del 0-2 del Espanyol-Atlético, gol fantasma de Griezmann concedido por el VAR.Movistar LaLiga TV

Suerte queda de esos pequeños oasis del Espanyol de verdad, el que acaso ya no exista más que en la imaginación de quienes lo vivieron, como el que procuró el gran Robert Hernando, rodeado en la sede de Eninter, en Cornellà, de tantísima gente que le quiere. Con mitos de cuando el deporte era más deporte, como Dani Ballart, Jordi Villacampa, Dani Solsona o Rafa Marañón. Y con testimonios que abrieron de par en par su corazón, como el de la maestra Mari Carmen Juárez. En carne viva, que diría su admiradísimo Raphael.

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