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Era día para dar la mano, no la espalda

Vaya por delante que, de haberme preguntado (aunque a quien preguntan, acertadamente, es a Alfredo Relaño, que ha visto más futbolistas que yo, de Di Stéfano y Luis Suárez a nuestros días), hubiese votado a Vinicius como Balón de Oro, de igual manera que la temporada pasada me hubiese pronunciado inequívocamente en favor de Rodrigo, mejor jugador del campeón de Europa, autor del gol que decidió la final y ganador, con papel relevante, de la Nations League, la segunda competición oficial en rango del curso tras el Mundial. Rodrigo acabó en un insólito quinto puesto en un trofeo que solo premió al mejor en siete partidos, Messi. Un mes, aunque fuera en un Mundial, tuvo más valor que un año.

En esto France Football pide la opinión de periodistas, cien periodistas, y así lo lleva haciendo durante casi setenta años. Periodistas con sus filias y sus fobias, con sus gustos y sus disgustos, tan legitimados para inclinarse por Vinicius, el jugador más determinante de la Champions y de la Liga española, como por Rodrigo, jugador más determinante de la Premier y MVP de la Eurocopa.

El Madrid aceptó ese juego cuando ganó y debió aceptarlo cuando ha perdido. Está en su derecho de expresar que no hay mejor jugador en el planeta que Vinicius, pero también tiene el deber moral de felicitar a un ganador español, el primero en sesenta y cuatro años, y de acudir a recoger los galardones que reconocen a su entrenador y al club como mejores del año y a Mbappé como máximo goleador, que no es poca cosa. Debió hacerlo por convencimiento y por buena educación.

Como fundador de la vieja Copa de Europa, como quince veces campeón, como mejor bandera de la mejor competición del mundo, tiene una enorme responsabilidad con el deporte. Plantar a France Football y al mundo del fútbol en general en su gran fiesta por un desacuerdo en las votaciones es un error que va contra los principios fundamentales de la entidad, cantados incluso en su himno. Es de esperar que en esto el club entero no se haya dejado arrastrar por la indignación de un jugador, que, como en su día dejó dicho Di Stéfano para el futuro, no es mejor que todos juntos. Ayer correspondía dar la mano y no la espalda.

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