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Equivocados con el Madrid

Pasan las horas y todavía habrá mucha gente preguntándose cómo lo hizo el Real Madrid otra vez. Es una sensación conocida, dolorosa para todo aquel que no profesa la fe madridista. Antes del partido no tenían ni una pizca de esperanza en que el Madrid pudiera perder ante el quinto de la Bundesliga, pero el Dortmund o el propio equipo de Ancelotti les hizo ilusionarse una vez más para después quedar golpeados por la evidencia. En la vida no siempre ganan los buenos y en la Champions, incluso menos; gana el Madrid con un punto de crueldad que parece divertirle.

El problema viene después. Intentar buscar una explicación a tan extraordinaria tiranía cuando parece no tenerla. Pero la cuestión es que sí la hay. Cuantas más veces se diga que el Madrid es inmortal y solo se justifique sus éxitos en la diosa fortuna, más grande será el club blanco y más pequeño serán los otros. A la leyenda madridista se entrega el resto, convencidos de que el hábito de ganar del club más laureado les pasará siempre por encima. Los aficionados, entrenadores y jugadores contrarios han interiorizado que el Madrid tiene un aura distinta, un superpoder que le convierte en el rey de los imposibles, y se saben perdidos a cada ocasión perdonada o coscorrón recibido. Creen no jugar contra once futbolistas, sino enfrentarse a un ente superior. Eso los lleva directamente a la derrota. Solo así se entienden situaciones como el mano a mano de Adeyemi ante Courtois, donde eligió la opción más difícil en lugar de apostar por lo fácil al pensar lo que tenía delante.

Y sí. El Madrid se ha aliado muchas veces con la suerte. Sin ella, es utópico pensar que podía haber conquistado sus dos últimas Champions. Solo hay que revisitar en la memoria las eliminatorias en ambas temporadas, esta y la 2021-22, para darse cuenta de que no fue superior a PSG, Chelsea, City, Liverpool, Leipzig, Bayern o Dortmund. Pero el éxito del Madrid no remite exclusivamente a su escudo como se empeñan en contar. Mucho antes estuvo de 1966 a 1998 sin conquistar una Orejona; desde el 2002 al 2014 también le esquivó la gloria, cayendo ante rivales de inferior entidad como el Lyon o la Roma, sometido por el mejor Barça de la historia. Perdía como los demás, más que los demás, y durante esas épocas nadie se cuestionaba que la jerarquía y la historia del Madrid fueran algo inabordable. Hasta que los rivales no rompan el esquema mental de confusión en el que están instalados y reparen en la condición del proyecto que ha construido Florentino Pérez y una generación dorada de futbolistas con una connivencia con la victoria única nada va a cambiar.

Porque este Madrid no se ha dejado hipotecar por nadie con contratos leoninos como han hecho otros equipos, ha sabido activar una transición ejemplar, fichar lo que tocaba ―a veces gastando más que nadie, otras veces menos― y compenetrar una plantilla larga que le da numerosas soluciones. Y cuenta con el favor de un padre futbolístico como Ancelotti que da sentido a todo. La gestión deportiva y económica del Madrid son los verdaderos elementos que deben preocupar a los rivales. Y ahora que viene Mbappé, más. Ese debe ser el plano cerebral en el que coloquen al Madrid para poder competir contra su estructura y olvidarse de cuentos y fábulas que hablan de fuerzas paranormales y azarosas. Si no desmitifican al Madrid, estarán siempre perdidos.

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