Enredar con el Madrid
Algo tendrán el Real Madrid y Pep Guardiola que se citan tanto, digo yo. Los primeros jugarán su decimoprimera semifinal en trece temporadas, mientras el catalán alcanza esa misma ronda por décima vez en su carrera, un hito tan solo desdeñado por quienes confunden el éxito con comer aguacate dos veces por semana. “¿Cómo están los máquinas?, lo primero de todo”, eso es lo que debería decir el técnico nada más poner un pie en el Santiago Bernabéu: sería un primer golpe de autoridad de cara al gran partido del año y, además, la demostración de que no solo de Michael Jordan, Tiger Woods y Julia Roberts vive el hombre, aún menos el mito.
“¡Danielito! ¡No enredes con el can que te va a ‘rabuñar’!”, le grita un abuelo a su nieto en el muelle viejo de Combarro, que es el Sanxenxo de los republicanos con posibles. El niño, pelirrojo como un escocés, juega a tirarle caños con un corcho de pesca a un palleiro con la misma cintura que Samuel Umtiti, es decir, ninguna. Lleva una camiseta del Manchester City con el número nueve y el nombre de Haaland a la espalda, visiblemente falsa, con un coste aproximado de entre ocho y diez euros a lo sumo. Al preguntarle quién ganará el primer partido de semifinales, el chaval no se lo piensa ni un segundo y contesta que el Madrid. “¿Cómo se llama el delantero del Madrid, abuelo?”, pregunta como si, de repente, estuviera a punto de cambiar su respuesta. “¡Kalim Benzema!”, responde el viejito. “¡Ah, sí! ¡Entonces el Madrid!”, insiste el niño.
A unos pocos kilómetros, el rey emérito habrá comenzado sus rutinas de entrenamiento para embarcar en el Bribón por primera vez en varios meses. El martes estuvo en Londres, viendo como su equipo del alma derrotaba al Chelsea. Y a buen seguro que se dejaría operar la cadera una vez más por sentarse en el palco del Bernabéu para asistir al enésimo regreso de Guardiola. Que a uno no lo dejen ir, ni al otro venir, me parece un detalle tan caprichoso y divertido como que un niño vestido de Haaland lo apueste todo a la victoria de la monarquía, del Madrid y, por lo tanto, de “Kalim”.