En el 20 aniversario de Ronaldo
Fue un 6 de octubre de 2002. Difícilmente podré olvidar esa fecha porque mi hijo nació cuatro días antes y esa escapada al Bernabéu fue la primera que hice tras permanecer todo ese tiempo junto a mi mujer y el bebé. Era el esperado debut de Ronaldo y la ocasión merecía la pena. No podía perdérmelo. Del Bosque, siempre cauto, no quiso precipitar las cosas y no le dio salida al campo hasta que faltaba media hora para el final del partido con el Alavés. Apenas 52 segundos después de saltar al pasto, Ronaldo empaló de volea un centro desde la izquierda, la pelota botó en el césped y encontró la escuadra de Martín Herrera. Éxtasis en el Bernabéu. El primero de sus 104 goles de blanco...
Cuando veo a Vinicius y Rodrygo hacer diabluras en el área rival me acuerdo de Nazario, ‘El Fenómeno’. Ellos ven a Ronaldo como un padre, porque eran unos tiernos bebitos cuando este lideró con sus dos goles a la Brasil campeona en el Mundial de 2002, derrotando en la final de Yokohama a la Alemania de Kahn. Aquel Ronaldo era letal cada vez que pisaba el área (Florentino lo fichó dos meses después pagando 45 millones al Inter), algo que empieza suceder con sus meninos, Vini y ‘Rodrygol’, cada vez que se acercan a las porterías rivales...
A esos dos diablillos se ha unido en la revolución adolescente el uruguayo de kilometraje infinito. Si Valverde tuviese depósito de gasolina en vez de pulmones jamás lograría llenarlo por más combustible que le echase. Es inagotable. Ante el Shakhtar recorrió el Bernabéu, de lado a lado, decenas de veces. Recupera, rompe líneas, chuta desde cualquier posición... Es la leche.