Opinión

Embobados por Mourinho

No son noticia ya las decepciones y los patinazos de Mou, bien en Roma o en Mánchester, bien en Madrid o en Londres.

FILE PHOTO: Soccer Football - Europa League - Knockout Phase Playoff - First Leg - Fenerbahce v Anderlecht - Sukru Saracoglu Stadium, Istanbul, Turkey - February 13, 2025 Fenerbahce coach Jose Mourinho reacts REUTERS/Murad Sezer/File Photo
Murad Sezer
Aritz Gabilondo
Aritz Gabilondo (San Sebastián, 1980) es redactor jefe de fútbol internacional de AS. Licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra, empezó su carrera en El País y desde 2002 trabaja en AS. Ha cubierto Mundiales, Eurocopas y Juegos Olímpicos para este diario. Es comentarista de fútbol internacional en Cadena Ser, Movistar+ y Mediaset.
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A la calle. Mourinho fue destituido por sexta vez consecutiva, esta vez en Turquía, en el Fenerbahçe –uno de los gigantes de Estambul–, sin haber ganado ningún título y habiendo quedado fuera de la Champions entre semana tras perder la fase previa ante el Benfica. No son noticia ya las decepciones y los patinazos de Mou, bien en Roma o en Mánchester, bien en Madrid o en Londres. Sus últimas aventuras son un drama, un verdadero desastre.

Ni rastro. Desde hace una década retumba más lo que dice ante la prensa que lo que hace en el banquillo. Siempre tuvo ese punto transgresor frente a los medios, una personalidad arrolladora que a muchos les cautivaba, un discurso populista que buena parte del público compraba. Pero no se le reconocían solo esas frases categóricas, sino también sus equipos de autor, algunos cincelados sobre un carácter competitivo y defensivo incuestionable. El tiempo ha tirado todo aquello por la borda. Mourinho sigue siendo Mourinho y el fútbol, en cambio, ya no es aquel en el que triunfaba.

Paso del tiempo. Por eso envejecen muy mal sus críticas a Pellegrini cuando dirigía al Málaga, en realidad por aceptar cargos en equipos fuera de Champions, –ya le gustaría al portugués estar en la situación exitosa actual del chileno en el Betis–; o se viralizan mensajes sarcásticos suyos sobre un hipotético futuro en el colista de la Premier, un presagio que quizá pronto cumpla entrenando al calamitoso West Ham; o se abre la brecha con Guardiola, a pesar de no atravesar éste su mejor momento, inmóvil en la cresta de la ola mientras su eterno adversario en los banquillos se hunde irremediablemente.

Futuro gris. Mourinho lo tiene crudo. Aspira a que alguien aún le vea como lo que siempre fue, un apagafuegos, o, lo que es peor, como un potencial seleccionador de Portugal en un momento en el que el cargo está brillantemente ocupado por Roberto Martínez, campeón de la Nations League y veremos si aspirante al Mundial.

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Opción. No parece ya para esos trotes el bueno de Mou, al que le pega más aceptar un último servicio millonario de Jorge Mendes en Arabia, allá donde todos los de su especie encuentran acomodo y tiros que dar. La nueva liga saudí arrancó y las estrellas están cotizadas. Justo lo que a Mourinho le conviene ahora que su leyenda se derrumba y su ego se mantiene: cobrar bien y vivir mejor.

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