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El viejo Djokovic está muy vivo

Los viejos rockeros nunca mueren. Hasta que dejan de serlo. Los viejos campeones, tampoco. Sólo cuando se retiran. Si tienes a uno de ellos delante, nunca te puedes fiar, por muchos síntomas que hayan dado de decadencia. Roger Federer jugó en 2019 el último Grand Slam de su vida en Wimbledon cuando andaba ya entre idas y venidas por sus achaques físicos. Todavía no sabe ni cómo la perdió con dos bolas de partido al servicio. Su verdugo de entonces, Novak Djokovic, no había jugado ni una sola final en la presente temporada. No importa. Este domingo, a sus 37 años, aspirará a su octavo título en el All England Club y a su 25º grande, justo en el torneo donde más inesperada ha sido su progresión. Hace poco más de un mes, el 7 de junio, Djokovic pasaba por el quirófano para operarse su rodilla derecha, lesionada durante Roland Garros. Había dudas sobre su presencia en Londres, incluso en los Juegos Olímpicos, pero ahí está, en su 37ª final de Grand Slam. Nadie ha jugado tantas. Es su hábitat natural.

Carlos Alcaraz, su rival de este domingo, lo sabe. Y también su entrenador, Juan Carlos Ferrero, que ha preparado mentalmente a su pupilo para afrontar una dura batalla de “cinco horas” como ocurrió el año anterior. Da igual que Djokovic no haya ganado ningún título este año. Ni que vaya con un vendaje en su rodilla. Es Djokovic. Y punto. La sensación es que Alcaraz es más favorito, porque tiene 21 años, porque lleva un curso espléndido, porque ha conquistado las tres finales que ha disputado en el Grand Slam, porque ya ha doblegado a Nole antes en este mismo escenario, porque ya no se acalambra cuando tiene a la leyenda enfrente… Pero el viejo rockero sigue vivo. Y con él en pista, cualquier cosa puede ocurrir hasta el último suspiro. Que le pregunten a Federer.

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