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El VAR dejó de ser la Tierra Prometida

En el verano de 2018 todos recibimos la llegada del VAR como si fuese Míster Marshall. La tecnología avanzaba para acabar con esos errores humanos de los árbitros de campo, que a veces resultaban groseros y provocaban rechazo e irritación en las aficiones ante la imposibilidad de cambiar sus decisiones. El VAR llegó a nuestras vidas como si fuese un factor corrector, una fe de erratas que impediría desde ahora que subiese al marcador un gol en fuera de juego, que hubiese un penalti claro no señalado o que un delantero pillo sacase el máximo castigo engañando al árbitro de césped. Yo, ingenuo de mí, llegué a decirle a mis amigos una frase de la que ya me arrepiento: “Con el VAR se hubiese desactivado el Villarato. El VAR garantiza la limpieza de todas las decisiones arbitrales”.

Pues hemos entrado en la quinta temporada con la tecnología de arbitraje instalada y desde aquí proclamo que ahora hay más polémicas y más enfado en el personal que antes de llegar las cámaras de última generación y los presuntos especialistas de VAR que iban a cazar todas las anomalías a las que no llegasen ni el árbitro ni los jueces de línea. Jamás vi tanto mal rollo, crispación y tanto mosqueo con todo lo que procede de la famosa Sala VOR, que empieza a parecer un lugar lleno de prejuicios y de inseguridades a la hora de juzgar lo que vemos todos los mortales en las imágenes que nos envían desde Las Rozas.

Encima, no disimulan. Iglesias Villanueva fue el árbitro de VAR que no vio roja en la entrada tremenda de Marcos Alonso. Pues apenas 20 horas después repetía él de nuevo. Vio penaltito de Asensio hasta lograr que Ancelotti clamase al cielo jugándose una sanción que ya está en el horno castigador de Competición. Y Melero fue el de “todo ok, José Luis”, tras un penalti de libro no pitado de Rulli sobre Vinicius. Aquí nos conocemos todos...