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El triunfo del dinero que tuvo paciencia

Es el dinero, sí (1.238 millones en fichajes en siete años), pero no es solo el dinero. El Manchester City, de capital emiratí y dirección deportiva muy española, se ha salido de ese carril de la impaciencia tan común en los clubes-estado para conquistar su primera Champions. El dinero del Medio Oriente necesita notoriedad y la notoriedad lleva a la prisa en una industria de maduración lenta. El City ha sabido esperar a Guardiola.

En los siete años del catalán en Mánchester, clubes de su especie como el PSG o el Chelsea han tenido cinco y seis entrenadores, respectivamente. Este verano vuelven a cambiar su dirección. Pero es que la mayoría de los clubes históricos tampoco han mostrado estabilidad: siete entrenadores el Bayern, cinco el United, cuatro el Madrid y tres la Juve. A Guardiola en cambio, le han dado tiempo. En su primer año acabó tercero en la Premier y cayó en octavos en Champions, en semifinales en la FA Cup y en cuarta ronda en la EFL. Ningún grande del neofútbol o del paleofútbol hubiera aguantado aquello.

Sí lo hizo el City, que fue construyendo un equipo a medida de su técnico (solo queda De Bruyne de la plantilla que heredó), comprando caro, pero también vendiendo mejor que el resto (574 millones), hasta levantar esta Champions con enorme suficiencia. El paso que le faltaba no se lo dio la energía atómica, Erling Haaland, sino el único español en el partido, Rodri, quizá el mejor mediocentro del mundo. Ya fue el futbolista más relevante de su equipo en el doble duelo ante el Madrid y desde ayer figura como el autor del gol más importante en la historia del City. No hay puesto más difícil en el fútbol que el suyo porque exige elegir permanentemente entre salir o quedarse, entre tocar o aguantar, entre arriesgar o contenerse. Esta vez un trabajo tan ingrato estuvo bien pagado.