El tonto debate de Zidane
En nuestro maravilloso país tenemos una costumbre tan asumida que no deja de irritarme: criticar con saña todo aquello que llega entre olas de admiración, como si la envidia consumiese su ración de bilis para justificar tu incapacidad de reconocer todo lo que llega hasta España para enriquecernos. Aconteció con Zidane en 2001. El Madrid arrebató a la familia Agnelli y a la Juventus un jugador sideral, pero después de un mes de competición algunos se empeñaron en debatir sobre si había sido un error fichar al mago marsellés porque no se adaptaba al sistema de Del Bosque. “No brilla, se le ve desubicado, el Madrid ganó la pasada Liga sin él...”. Eso se escribió y se dijo sin ruborizarse, hasta llenar los debates mediáticos, escritos, sonoros y audiovisuales. Aquello se bautizó como “el tonto debate de Zidane”.
Pues con Mbappé, también francés, me empiezo a oler la tostada con peligrosas similitudes contextuales y conceptuales. “Kylian tiende a ir a la izquierda y choca con Vinicius; y hasta con Bellingham. El año pasado ganamos todo sin él...”. Yo fui el primero que me enfadé con Kylian de forma furibunda por su desplante de hace dos años al club de sus sueños infantiles, pero me parece inadmisible dudar de un fichajazo que acabará marcando una época. Como Zizou. Mbappé necesita la paciencia de todos. De Ancelotti, de los compañeros y de la afición. Que nadie dude que acabará poniendo al Bernabéu en pie. El talento se tiene o no se tiene. A él le sobra a raudales. Cuando ajuste las conexiones con Vini, Rodrygo y Jude veremos fútbol de orfebre que llevará al Real Madrid a lo más alto. Dejemos que KM9 se adapte en paz. Dudar es pecado.
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