El síndrome Vilas
En su último libro, Manuel Vilas cuenta el terror que ahora le produce no estar a la altura de lo que se espera de él como escritor. Tras el éxito y los aplausos de Ordesa, tras los premios, los hoteles con bufé libre y las invitaciones a coloquios y congresos por el mundo, teme que le señalen y digan que ha perdido ese toque que una vez le hizo especial. “Me levanto por las mañanas con una urgencia dolorosa. El segundo de nada más despertarme es de terror, de vulnerabilidad, de miedo, pero de miedo a qué, me pregunto. Es el miedo a no haber escrito el mejor libro del mundo y saber que ya no podré escribirlo porque me he quedado sin tiempo, ese es el origen de mi miedo”.
Sospecho que Mbappé anda afectado por el síndrome Vilas. Se siente impelido a demostrar en cada balón que toca, en cada regate, en cada control que es el mejor jugador del mundo, el elegido, el ungido, el heredero de los otros sietes blancos. Que solo él puede sacar la espada de la piedra que da derecho a convertirse en legítimo rey del Bernabéu. Cada vez que agarra la pelota parece que hiciera tintinear una copa con el cuchillo para comenzar un brindis ante todo el mundo. Y salir al campo con esa presión supone perder una de las principales cualidades que un futbolista siempre ha de tener y que tanto destacaba Bernabéu: jugar con la despreocupación de un niño.
No se puede escribir ni tampoco jugar al fútbol con muchos lastres encima. Te impide flotar, indispensable para ambos ejercicios. Tal vez Mbappé subestimó la dimensión de su propio movimiento. Subestimó la presión a la que él mismo se acabó sometiendo todo este tiempo con sus idas y venidas, con sus silencios, con sus portadas para la revista Time, con su excesivo afán de protagonismo. Dio por sentado que no le costaría triunfar y mostrar su fútbol. Veni, vidi, vici. Y todo eso. Al fin y al cabo solo tendría que hacer eso que llevaba consiguiendo con éxito toda una vida.
Pero muchas veces entre los deseos y las obras de uno no hay parentesco alguno. Se hizo minúsculo en dos escenarios importantes como Anfield y San Mamés cuando el equipo más lo necesitaba. La decepción no vino tanto por el fallo como por la flojera de carácter mostrada en sus intentos. Esos penaltis lanzados sin mirar a portería, no fuera a devolverle los ojos del guardameta el reflejo de alguien irreconocible.
Retomo el libro de Vilas al sol de diciembre. Dice que cuando te colocas en medio de todo el ruido, del presente histórico, tu oficina es el fuego. Ahora toca saber vivir en medio de las llamas.
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