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El salto al vacío de Pablo Ibáñez y el abismo del Valencia

Héroe de por vida

La carrera de Pablo Ibáñez (24 años) en Osasuna no ha sido un camino sencillo. Rechazado por el club rojillo en 2016, tuvo que vivir la otra cara del fútbol para aproximarse al éxito que ahora le ha tocado de lleno. El gol en la semifinal copera contra el Athletic le asegura el respeto y el cariño eterno de la afición pamplonica, pero no se puede conformar simplemente con ese momento icónico que recordará para siempre. En Pablo Ibáñez se ve que hay futbolista de amplio espectro, capaz de recuperar y organizar, capaz de ir de punta a punta del campo, capaz de llegar y definir con voracidad o temple. Todas esas cualidades quedaron acreditadas contra el Elche. Se comprobó verdaderamente su efecto en el juego desde la medular. Estuvo aplicado en el quite (11 recuperaciones y cuatro entradas ganadas), se desgastó en la presión y corrigió situaciones de riesgo tanto por dentro como por fuera. Cuando el balón era de los de Arrasate, pese a que en el tramo final se le vio algo desfondado, se manejó con sentido para proyectar por fuera a Barja y Abde y asomarse después en la frontal del área para finalizar las jugadas. Por algo fue el futbolista que más remates protagonizó, con seis en su cuenta final. Tras lo vivido en la Copa, Pablo Ibáñez asume ahora el encargo de la consolidación. Lo difícil no es llegar, sino quedarse.

La aparición

Miguel Rodríguez (19 años) es otro talento de los que pega fuerte en el fútbol español. Muchos en el Celta consideraban que era todavía mejor que Gabri Veiga, en boca de todos ahora mismo, pero su eclosión finalmente ha sido más tardía. En el Sánchez Pizjuán se estrenó como goleador y dejó, sobre todo, una magnífica impresión por cómo se desempeñó en unas circunstancias adversas. No se precipitó en ningún momento, intervino con máxima pulcritud (12 toques y seis pases sin fallo) y participó tanto en zonas interiores como por el exterior. El gol simplificó su olfato en la llegada y la apertura a Mallo en el 2-2 final constató su inteligencia para asentarse entre líneas y advertir lo que pasa a su alrededor. Claramente, Miguel Rodríguez enseñó todo lo que puede dar. Y parece que es mucho.

El abismo

El Valencia se embarranca cada día más. La derrota en Almería recrudece el peligro de descenso y le obliga a una reacción instantánea si no quiere acabar en el pozo. Perder siempre es un problema, pero lo es mayor tal y como lo hace el hoy equipo de Baraja. Otra vez completó una primera parte lustrosa, sin acabar de definir, para después caerse en poco más de diez minutos horribles tras el descanso. En ese tiempo, nadie atendió los movimientos de Luis Suárez al espacio y al apoyo, nadie vigiló a Puigmal, nadie controló las incursiones ofensivas de Melero. La parálisis fue general, algo que el infortunio de la lesión de Nico puede justificar. El Valencia ya ha recibido a lo largo de esta temporada 24 goles en los segundos tiempos y suma nueve derrotas desde que empezó 2023. Arriba tampoco le va mucho mejor. Solo ha marcado siete goles en el año natural, registro que solo empeora el Ajaccio francés. Números que solo conducen a un destino...