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El pecado conformista de Luis Enrique

Lección de vida para España. Se quedó a milímetros del abismo de no ser por el favor de Alemania después de perpetrar un partido muy distinto del que debía hacer. Se abogó solo por controlar el balón sin sustancia ofensiva y se adoptó una postura tan conservadora mientras la milagrosa Japón le retorcía el gesto en dos golpes casi seguidos. Fue un pecado de conformismo en un equipo que siempre se buscó al pie, que careció de profundidad más allá de las rupturas de Gavi y que no tuvo reacción alguna cuando tenía al menos que empatar. La Selección fue previsible, los cambios no mejoraron nada en el segundo tiempo (el de Morata no se entiende), se tomó un riesgo excesivo en la salida con Unai Simón y la línea defensiva volvió a salir retratada en situaciones que cualquier candidata al título debe gestionar.

Hay un problema atrás, porque de juego creativo y ofensivo España ha dado muestras de disponer los recursos apropiados para poner en un brete a cualquiera. Carvajal es un despiste personificado, Rodri desatiende su espalda y las coberturas y sin Laporte nadie es capaz de manejarse con cierto liderazgo en los duelos. Doan, Mitoma o Tanaka denunciaron esta fragilidad que ya parece crónica. Por ahí se pueden ir las opciones de que España tenga el recorrido en este Mundial que otros registros de su juego sí merecen, aunque contra Japón no se viera. Se jugó a que no pasara nada y casi pasa de todo...

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El segundo gol de Japón se fabricó en un balón largo donde las vigilancias de España fueron muy laxas. Busquets no basculó todo lo que debería y se permitió la entrada desde atrás de Tanaka.