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No sé si queda alguien en este país que no haya leído aún El infinito en un junco, de Irene Vallejo, pero no debería. Si usted es uno de los pocos infortunados que no ha recorrido sus páginas, una recomendación le hago: léalo pronto, es una maravilla, no se arrepentirá. En ese libro la autora aragonesa cuenta que a Ladislao Biro, inventor del bolígrafo, se le ocurrió la idea de una punta esférica que distribuyera uniformemente la tinta sobre el papel mientras observaba a unos niños jugar al fútbol, viendo el rastro que el balón de cuero empapado dejaba en el asfalto tras atravesar un charco. Así que podemos afirmar que, al menos indirectamente, el fútbol contribuyó a democratizar la escritura, cuando no a revolucionarla. En origen, al bolígrafo se lo conocía como “esferográfica”. Qué palabra más bonita, y qué imagen, la de una esfera que dibuja, traza líneas que se convierten en palabras.

Tomaba café el otro día yo, mientras mis pequeños jugaban a fútbol en la plaza del pueblo y pensaba en qué bien los dibujó siempre Sempé, a los niños jugando al balón. El ilustrador de El Pequeño Nicolás había muerto unos días antes. Recordé a Alcestes, Godofredo, Clotario, Eudes… y me dije que aquella alineación explicaba el mundo de los niños y el mío también, con Agnan de árbitro, porque es el ojito derecho de la maestra y lleva gafas y todo eso. Viendo a los niños, pensé que aquellos libros me gustaban tanto porque Nicolás era yo, su mundo el mío, sus partidos de fútbol los que tantas veces yo jugué y ahora disputaban mis hijos.

Igual que la alineación elegida por Goscinny contenía el universo en el que se desenvuelve un niño, e igual que la pequeña bola de Biro contenía potencialmente todas las historias, a veces basta un solo partido para explicar el mundo. Es lo que hace el reportero Piero Trellini, que utiliza en El partido (Editorial Debate) el Italia-Brasil del Mundial 82 para explicar el mundo entero del fútbol. El escritor italiano usa el famoso encuentro de Sarriá como muestra de laboratorio para rastrear aquellas historias que confluyeron en el mítico estadio del Espanyol y con ellas trazar el sentido de este deporte, qué lo hace grande y qué lo convierte en miserable. No se lo pierdan, es un librazo.