El otro Ancelotti
En ocasiones las personas más interesantes son las que salen en los márgenes de la foto. Los que aparecen en un segundo plano. Algo así me ocurre con Davide Ancelotti: resulta curioso su discreto papel en este Real Madrid, su singular rol en ese improbable tándem que forma junto a su padre. Sin afán de protagonismo, sin necesidad de figurar, sin dar la nota. Como los actores que saben brillar sin necesidad del foco.
Admito que cuando anunciaron su nombre como segundo entrenador del Madrid al que se le levantó la ceja ancelottiana fue a mí. No en vano el entrenador italiano había tenido como ayudantes en su anterior etapa como inquilino del banquillo blanco a Zinedine Zidane y a Fernando Hierro, nombres que nada más escucharlos te ponen en posición de firmes. Tal vez por eso habían llegado a sonar para acompañar al italiano en su segunda singladura blanca candidatos como Arbeloa, Xabi Alonso o Raúl. En busca de experiencia, galones y solidez. Una transición. Que al final ese puesto terminase en manos de su hijo sorprendió a los escépticos. Nunca está de más poner a prueba tus propios prejuicios para demostrar lo estúpidos que pueden llegar a ser.
Porque Davide Ancelotti ha demostrado ser cualquier cosa menos un Nepo Baby. Conoce su lugar, jamás pierde las formas y transmite entusiasmo por el oficio. Tiene código. Y eso que ser el hombre en la sombra que susurra a Ancelotti no tiene que ser una labor nada fácil. Hay que entender cuál es tu sitio, trasladar los mensajes acertados a tiempo, mostrar agilidad y amplitud de miras, ofrecer calma en los momentos de tensión y tensión en los momentos de calma, saber manejarte dentro de un vestuario y llevar siempre un paquete de chicles encima para evitar un ataque de ansiedad de tu padre.
Lo que resalta de Davide es precisamente que no resalta: va en chándal a todos los partidos como un miembro más del staff, no quiere salir en la foto y se le ve metido en todo momento en el encuentro. Encima, tal y como se pudo ver, fue el que insistió y suplicó a Carletto meter a Joselu el día del Bayern. Por ideas menos felices se han organizado giras por universidades americanas dando charlas.
El otro Ancelotti, Davide, entiende lo que es el madridismo, ese delicado entramado de cables emocionales. Algo de lo que no muchos primeros espadas de los banquillos pueden vanagloriarse. Tras tres exitosas campañas ya empieza a sonar su nombre como candidato para dirigir algún club importante. No es de extrañar. Pero hace bien en quedarse. Siempre hay tiempo para volar solo; vivir la locura de entrenar al Real Madrid junto a tu padre, en cambio, es una de esas cosas que solo ocurren una vez en la vida.