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Durante unas horas, el viernes, pasajeros aéreos de medio planeta sufrieron retrasos, cuando no cancelaciones, sin dar crédito al motivo. “La reentrada del objeto CZ-5B”, se limitaban a exponer los paneles del aeropuerto de El Prat. Se trataba en realidad de un cohete chino fuera de control. Tremenda alegoría de este Espanyol, que se presenta en el Metropolitano con el depósito repleto de combustible, con la intención de emplearlo en un despegue que ya lleva 12 jornadas rondando pero demorando, pero tan inflamable que puede explotar en cualquier instante, en forma de zona de descenso.

Con una cerilla ronda también incauto por la zona el Atlético, que ya ha gastado todas sus cuentas atrás, incluso las que no se podían consumir como la de Europa, y cuyo éxito de la misión, el Apolo 11 de Simeone, pasa por alunizar hoy, pero no en un escaparate como el de su plantilla estelar, sino en la Luna de los tres puntos. A años luz lo observa por ahora Diego Martínez, quien alude al “modo supervivencia”, como un cosmonauta de los noventa tratando de emular las gestas de la NASA sin un ápice ya de la infraestructura estadounidense.

Porque no están para tirar cohetes los rojiblancos, ahora ya despojados de Wanda, pero mucho menos aún el Espanyol de Chen, cuyo presupuesto para misiones espaciales vaga por la atmósfera, con el riesgo de estrellarse en un punto cualquiera del Pacífico. O en Cornellà.