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El magisterio de Modric y la ridiculez arbitral

Al fútbol se juega como lo hace Modric, un jugador de época en un fútbol que se empeña en vulnerar sus principios y se ridiculiza sin rubor. El Real Madrid-Sevilla fue uno más de los innumerables partidos mediatizados por el carácter invasivo del VAR y sus consecuencias. Una de ellas, la más visible al menos, es la entronización de los árbitros como los nuevos divos del fútbol. De un tiempo a esta parte, los partidos son una simple excusa para promocionar su influencia, su poder y sus despropósitos, hasta el punto de variar el eje central de la narrativa del fútbol, de cuyo foco se empiezan a desprender los actores de toda la vida, los jugadores a la cabeza. Las estrellas actuales son los árbitros y el sistema que les agranda y les vuelve cada vez más vanidosos, entrometidos y desesperantes.

A diferencia de este fútbol de reglas cambiantes, tecnología intrusiva y perplejidad en los aficionados, de un juego que camina desconcertado hacia no se sabe dónde, en nombre de una supuesta modernización que sólo nos depara esperpentos como el del domingo en el Bernabéu, Luka Modric representa el modelo contrario, el del jugador que propone lo mejor del fútbol: sabiduría, consistencia y belleza.

Se dice que Modric abandonará el Real Madrid en junio. Tiene 38 años y sus minutos en los partidos decrecen. La hinchada le adora, pero eso no impide que, en ocasiones, se utilice la edad del jugador croata como coartada para justificar alguna que otra actuación poco convincente del equipo. Es un recurso fácil y ventajista porque el tiempo no corre a favor de Modric. No importa que la realidad diga lo contrario. Es difícil, por no decir imposible, achacar esta temporada una actuación que haya torpedeado el rendimiento del Real Madrid. Todo lo contrario, Modric significa la adecuada garantía de criterio y autoridad en el funcionamiento del equipo, no importa los minutos que juegue. Entra en el campo y se hace notar como el jugadorazo que es.

Como les ocurre a unos pocos y especiales futbolistas, capaces de marcar épocas tan extensas como inolvidables, Modric dispone de un sexto sentido que se relaciona con la puntualidad histórica. Si es cierto que se va, será fácil ubicar su gol al Sevilla en su larga contribución al Real Madrid, gol importantísimo porque significó la victoria en un partido que podía abrir el apetito de los perseguidores del líder.

Gol crucial, por tanto, a la manera de Modric, una exquisitez de control y de remate. Remitió de inmediato a otro remate crucial en su carrera, el que le sirvió para despegar en el Real Madrid y erigirse en bandera del equipo. El 5 de marzo de 2013, en la primera temporada del croata en el Real Madrid, procedente del Tottenham Hotspur, 35 millones de euros por medio, Modric fue suplente en el partido de vuelta contra el Manchester United, dieciseisavos de final de la Liga de Campeones. Con respecto a su rendimiento, las opiniones estaban divididas. Se llegó a hablar de un posible traspaso al final de la temporada.

Modric alternaba titularidad y suplencia. Había dejado detalles de su clase, pero ninguno verdaderamente trascendental, de los que establecen una opinión definitiva sobre cualquier jugador. El Madrid acudió a Manchester con el empate a uno en la ida y se encontró en grave desventaja con el autogol de Sergio Ramos. Mourinho aprovechó la expulsión de Nani para introducir a Modric en el partido. Cinco minutos después marcó el empate en una acción casi idéntica a la que realizó en el gol que marcó al Sevilla.

Aquel gol le cambió la vida a Modric en el Madrid y, de paso, también se la cambió al equipo. Se instaló como figura indiscutible, probablemente la más querida por el público, en una época triunfal del Madrid y desde entonces no ha cejado en su magisterio. Su gol al Sevilla, tan parecido al de Old Trafford, nos recordó a todos la clase de jugador que todavía es, uno del que produce apuro hablar de su retirada.

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