El Madrid se debate entre dos almas
Un partido roto, de los que convienen al Real Madrid, terminó con el empate a cero y dos puntos añadidos a la ventaja del Barça, líder con nueve puntos de diferencia, diferencia tan infrecuente a estas alturas del campeonato que suena a abismal. Liga rarísima, en cualquier caso. El Barça presume de estilo, pero tira de pragmatismo para justificar el aburrimiento que transmite su juego. El Real Madrid, que ha defendido la eficacia como un valor genético en su comportamiento, despilfarra puntos desde hace tiempo.
El Madrid llegó a encabezar la Liga con cinco puntos de diferencia sobre el Barça. Ocurrió después de derrotarle 3-1 en el Bernabéu, cuando el equipo se mantenía sobre la ola de la temporada anterior. Ganador de la Liga y la Copa de Europa, aquella victoria se interpretó como el anuncio de un nuevo año triunfal. El Madrid jugaba bien y ganaba. El Barça no arrancaba, cedía puntos -empate a cero en el Camp Nou frente al Rayo, en el primer partido del campeonato-, sufría su habitual revés en Múnich y se estrellaba en el Bernabéu.
Desde entonces, el Madrid ha perdido 14 puntos con respecto al Barça, un grueso saco que asombra. El mismo equipo que ofreció una inolvidable actuación en Anfield, donde el Liverpool acaba de destrozar al Manchester United con siete goles, ha empatado los dos últimos partidos de Liga (empate a uno con el Atlético, 0-0 en el Villamarín) y ha perdido contra el Barça en la Copa.
Todo esto sucede en una Liga que presenta una versión contradictoria del equipo de Xavi. Una proyección natural de sus números le situaría por encima de los 90 puntos al término de la competición, a la altura de sus mejores tiempos, sin correspondencia con la impresión que causa el equipo. Nueve de las victorias del Barça se han registrado con el 1-0. Suponen el 37,5 de todos los puntos que ha obtenido hasta ahora. Ningún equipo europeo ha sumado más puntos con menos goles, bagaje que se justifica por la maestría defensiva, ausente en los torneos europeos, de los que el Barça se ha apeado a las primeras de cambio, con 16 goles recibidos en ocho partidos. ¿Magisterio en España, debilidad defensiva en Europa? Algo no cuadra.
Tampoco cuadra el rendimiento del Madrid, irregular desde octubre, a veces poderoso -en Pamplona sin ir más lejos, por no hablar de Liverpool- y otras decaído: Mallorca y Atlético de Madrid. Contra el Betis, no podía perder pie, bajo riesgo de ahogarse en la Liga. Salió un encuentro divertido, sin freno, sin control, uno de esos partidos donde el Madrid se encuentra cómodo. El Betis le atacó y le hizo daño, a pesar de las ausencias de Fekir y Canales. Courtois se ganó el sueldo con alguna buena parada y una excepcional en el segundo tiempo.
Lo racheado del encuentro favorecía al Madrid, pero no lo aprovechó. Será difícil que encuentre un rival tan poco especulador como el Betis. No le faltaron oportunidades, aunque Claudio Bravo intervino tan poco como Courtois. Mientras tanto, en el ambiente persistió el debate que preside la temporada: la manera de mezclar a la generación que poco a poco se va y la que no termina de dar un puñetazo en la mesa.
En el Villamarín, Kroos dio señales de fatiga y cometió algunos errores impropios de su categoría. No le mejoró, ni mucho menos, Tchouameni, que combina buenos detalles con una grave dificultad para interpretar las funciones de medio defensivo. Se enteró de muy poco en el partido. Tampoco Camavinga es un prodigio de regularidad. A su destacadísima contribución en algunos partidos añade otras decepcionantes, por dispersión generalmente. El caso es que Ancelotti no logra encajar con solidez las dos almas del equipo, la que representan sus célebres veteranos y la marcada por sus jóvenes purasangres.