El Madrid se adentra en la niebla
El partido del equipo ante el Sevilla dejó patente que no hay modo de desbrozar la selva de pesimismo y encontrar una salida. Se escuchan voces que alimentan la idea de un despido en Navidad.
La bruma se ha apoderado absolutamente del Real Madrid, que ha cerrado el año entre incertidumbres y problemas, envuelto en una espiral de insatisfacción que se agudiza en cada partido. El equipo juega en un pernicioso ambiente, hasta cierto punto autoinducido por su incapacidad para trasladar un mensaje de calma y confianza cuando las cosas rodaban no genial, pero sí satisfactoriamente: líderes casi invictos en todas las competiciones. Se desecharon aquellos momentos en favor de algo de la gresca interna y sus llamaradas, que ahora consumen a todo al club, incluidos los aficionados, atrapados en un marasmo que no tiene pinta de concluir.
Desde hace mes y medio, el Madrid está sometido a un proceso obsesivo: debilitar y cuestionar a Xabi Alonso, estableciendo cada encuentro en el siguiente plazo de despido, un juego perverso que ya tiene próxima fecha: la Supercopa de España, en la segunda semana de enero, después del ciclo de vacaciones navideño, aunque nada pueda tomarse como seguro en el Real Madrid. Se escuchan voces que alimentan la idea de un despido en plenas fiestas.
Es una dinámica infernal que devora al entrenador, acorralado en una situación que le afecta y le encoge. No hay entrenador que en estas circunstancias pueda expresar todo su talento como técnico. Alonso tiene todas las razones para sentirse rodeado, una realidad casi imposible de revertir porque las consecuencias se adivinan en su doliente gesto y en la repercusión de los partidos en el equipo, cada vez más estresado y vulnerable.
En este punto de la temporada, las derrotas son letales y las victorias no alivian. No hay manera de desbrozar la selva de pesimismo y encontrar una ruta de salida. En el exterior se ha impuesto el ruido y las críticas al entrenador, nunca sofocadas desde el club, que anima al desconcierto general con sus deliberados silencios oficiales. Se ha instalado un clima insalubre para el buen rendimiento del equipo, la certera dirección de Xabi Alonso y la serenidad de la hinchada.
La victoria sobre el Sevilla fue la perfecta representación del patio de Manipodio que define el estado actual del Real Madrid. Venció porque Courtois no sólo es el mejor portero del mundo y probablemente el mejor en la historia del Madrid, sino porque es invulnerable a la crisis que devora al equipo. Resultó interesante el duelo entre dos equipos sometidos al estrépito interno: el Sevilla desde hace años, el Madrid en los últimos meses.
Hace tres jornadas, en el derbi sevillano, se asistió al último episodio de censura al equipo y a la directiva. A la delicada situación económica se añaden el conflicto societario, tan interno que enfrenta a un padre y su hijo, y los declinantes resultados. Si algo sorprende del Sevilla es su capacidad de adaptación a una crisis tan aguda, hasta el punto de jugar en el Bernabéu con empaque de equipo bueno. Es probable que lo sea, pero no puede expresarlo.
En el Bernabéu tuvo la oportunidad de lograrlo porque el Madrid es incapaz de gestionar estos momentos de máxima vulnerabilidad. Al Sevilla le sobró Courtois, le faltó puntería y le crujió la expulsión de Marcao. En cualquier caso, su entrenador, Almeyda, salió reforzado, con toda la razón. Ningún equipo ha jugado mejor en el Bernabéu que el Sevilla.
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La victoria no refuerza a Alonso. El resultado le sirve como respiración asistida, pero no se oye una voz poderosa que le asista en el calvario. El Madrid jugó un partido tan malo como el peor de los últimos años, determinado por unas circunstancias que animan al miedo, la tensión y el fracaso. Cualquiera que viera a Huijsen pudo darse cuenta del terrorífico efecto que produce esta crisis, en buena parte autoinfligida.
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