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El Madrid practica la apatía defensiva

Que el Madrid marque tres goles en Vallecas y sea incapaz de ganar habla muy mal del equipo de Ancelotti. Sobre el papel, no hay razón humana que lo entienda, pero el campo lo explica de manera muy sencilla. El Madrid ha decidido apostar por la apatía defensiva. Se ahorran carreras, se pierden duelos que no se pueden permitir, se flojea en las vigilancias y se desconectan las líneas. Un Rayo magnífico de primeras, como lo fue ya ante el Barcelona y el Atlético, le desbordó con su fútbol por las bandas y las apariciones continuas de Isi a la espalda de la medular. De Frutos hizo lo que quiso con Fran García y Lucas Vázquez constató que no atraviesa su momento más fiable. Esa defensa de remiendos contribuye a la zozobra madridista. Hasta que le duró la energía, con esa vocación rompepiernas en la presión, el bloque de Iñigo Pérez mandó, corrió y golpeó alcanzando una ventaja que después se le marchó porque el Madrid estaba enfrente. Es esa competencia única para vivir en el alambre y respirar a base de talento la que posibilita a los blancos dar un vuelco a la escena en cualquier situación. Su remontada no vino precedida de un juego excelso, aunque sí había ganado en control y en llegada. Valverde puso la mecha, Bellingham agradeció otra vez la posición de mediapunta que Ancelotti le negó durante el inicio del curso y Rodrygo tomó los galones en la banda izquierda. Tres jugadores que estuvieron muy por encima del resto del Madrid en Vallecas.

Ni con el 2-3 se aplicó como un equipo campeón debe. Su piel fina le condena. Esa versión destartalada que le persigue toda la temporada se significó sobremanera con el paso de los minutos. Los cambios de Ancelotti, a excepción de Vinicius, sentaron mal al Madrid; todo lo contrario sucedió en el Rayo, donde Iñigo Pérez acertó y tiró de banquillo con Álvaro, Óscar Valentín, Camello, Pedro Díaz y Balliu para equilibrar la contienda. El equipo franjirrojo espabiló de nuevo, si es que en alguna fase se había ido del partido, con Isi desenvolviéndose entre líneas con nervio y calidad. Tchouameni y Rüdiger no se percataron de su presencia en el empate que hizo justicia a unos y a otros. A este Madrid sin sentido táctico, fuera de sitio y partido por el eje, se le debe exigir actuar con autoridad en todo contexto. Sin la pelota se ha abandonado, un hecho inadmisible se cuente como se cuente.

Las marcas y las ayudas

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De Frutos baila a Fran García en la banda y el Madrid se diluye en el área. Rüdiger se lateraliza demasiado y Lucas y Tchouameni no se hablan, mientras que Unai entra solo desde atrás. Ningún centrocampista madridista va a la cobertura tampoco.

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