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El Madrid llega con el violín afinado

El Madrid ha regresado a un territorio familiar por caminos diferentes. El pasado año ganó pronto la Liga y dedicó el último mes de la temporada a cuidar piernas, conceder minutos a los suplentes, probar diferentes alineaciones, evitar lesiones y recuperar a los lesionados. Su objetivo era salvar la semifinal de la Liga de Campeones contra el Manchester City y llegar en las mejores condiciones posibles al último partido de la temporada, la final de la Copa de Europa. Esta temporada ha perdido la Liga tan pronto que consagra el mes de abril a solucionar la eliminatoria con el Chelsea y a enfrascarse en la siguiente, probablemente de nuevo contra el City.

El Chelsea preocupaba mucho más en 2022 que ahora, aunque abundaban las señales de descomposición en el club londinense. La invasión rusa de Ucrania terminó con los 19 años de mandato de Abramovich, un periodo de vino y rosas para el equipo londinense, que vivió la época feliz de su historia. Ganó tres ligas, dos Copas de Europa, reclutó figuras y se convirtió en uno de los ejes de poder en la Premier League. Con el estallido de la guerra, el gobierno ordenó la venta del club, que atravesó semanas de zozobra interna. El empresario estadounidense Todd Boehly ganó la puja. Pagó 3.000 millones de libras, pero no evitó la incertidumbre en el Chelsea, acostumbrado al directorio del ruso Abramovich.

Aunque el fútbol inglés es goloso para los inversores norteamericanos, que han caído como un batallón de paracaidistas en la Premier League, el dinero no garantiza el éxito. Hace un año, el Madrid se encontró con un Chelsea preso de dudas porque se subastaba el club. Esta temporada regresa a Stamford Bridge para medirse con un equipo que se ha gastado un fangote de millones en jugadores, pero que está a la misma distancia del descenso que de las posiciones que garantizan un puesto en la Europa League.

El Madrid jugó en Cádiz con el pensamiento en Londres, y jugó muy bien. Ancelotti introdujo variaciones en todas las zonas del equipo, pero sin excesos. La alineación no permitía pensar en un Madrid de circunstancias, de reservistas. El técnico italiano se mueve con astucia en este terreno. Prueba y mide a los no habituales, pero no les deja solos al frente de la nave. Esa fue su estrategia el pasado año y la repite esta temporada, después de despedirse de la Liga.

En clave interna le sirve para mantener a todo el mundo alerta y hasta para animar a debates con los jugadores de mejor rendimiento en estos momentos. Si alguno destaca especialmente, se abrirá la polémica de turno sobre la conveniencia de otorgarle la titularidad en las semifinales o en la final de la Copa de Europa, animado debate que ocupará las últimas semanas de la temporada.

En Cádiz, no intervinieron Vinicius, Kroos y Carvajal. Camavinga y Modric ingresaron en la segunda parte. Courtois, Militao, Valverde, Rodrygo y Asensio fueron titulares. La mezcla funcionó como la seda en un partido rápido, repleto de transiciones fulgurantes y de incesantes remates contra la portería del Cádiz. El Madrid tuvo un aire ligero, de equipo bien engrasado, en perfecto estado de revista. Sorprendió el altísimo número de ocasiones perdidas, pero se llevó la victoria sin el menor problema. El violín está afinado.