El Madrid de todas las estaciones
Para el Real Madrid, el fútbol es cómo las estaciones del tiempo. Atraviesa y se adapta a cada temperatura, y a cada una de ellas le concede una manera de vestirse, protegerse y sentirse cómodo. Equipo de primavera, verano, otoño e invierno. Equipo alegre, desenfadado, mustio en ocasiones, y férreo, muchas veces en un mismo partido y casi siempre en perfecta disposición para gestionar su estado. ¿Una muestra? Su partido con el Sevilla.
Venía de un luminoso despliegue en Elche, una sinfonía primaveral, delicada y armoniosa, cada nota en su sitio y cada intérprete en una cumbre inspirativa. Una actuación para recordar frente a un rival sufriente, último de la clasificación. No le quitó ningún valor a su brillante desempeño. No hace tanto, el Madrid se enredaba y perdía con el Sheriff de Tiraspol, el ambulante Shaktar de Donetsk o el Brujas, en noches de irritación de la parroquia y reproches a jugadores destinados posteriormente a un aprecio reverencial. Noches duras para Courtois, Vinicius y, en otra escala, Lucas Vázquez, prototípico jugador de un Madrid ideal: eficaz, versátil, solidario, competitivo y ligero de vanidad.
Los tres jugaron frente al Sevilla y tuvieron algo que decir en el partido. El portero regresó después de dos semanas de ausencia, bien administrada por Lunin, su sustituto, y en el Bernabéu se celebró la vuelta. Courtois es ídolo del madridismo, con toda la razón del mundo. Una pancarta en el primer altillo del fondo sur reunía su nombre junto al de Benzema. Una ha ganado el Balón de Oro. El otro fue trascendental en el victorioso recorrido de la temporada anterior.
Vinicius maravilló en las dos acciones que precedieron a los goles de Modric y Lucas Vázquez. Máxima precisión a la máxima velocidad. En un partido que arrancó bajo una lluvia torrencial, el balón resbalaba en el espejo del césped. Sujetarse a las leyes del control y la aceleración resultaba muy complicado. Abundaron los resbalones en los primeros minutos y hasta Vinicius pareció desconcertado en una ocasión. Dribló al portero y la pelota se le fue demasiado larga. Tomó nota de la jugada y no se equivocó más.
El gallego ha aparecido menos esta temporada que las anteriores, sin otra razón que el regreso de Carvajal, lesionado durante buena parte de la precedente. Rindió de maravilla y no ha bajado el pistón. Lucas Vázquez juega dónde y cuándo le digan, con toda la ambición del mundo, pero sin una mala cara cuando no le toca tiempo de banco. Marcó el importante segundo gol del Madrid, apremiado por la crecida del Sevilla en un trecho de la segunda parte, empate incluido.
Los tres aportaron cualidades necesarias para ganar un partido que el Madrid mereció ganar con alguna amplitud en el primer tiempo, ganó cuando el Sevilla se decidió a amenazarle de verdad y lo remató para que no quedaran dudas de la justicia del resultado. Lo remató Valverde con un nuevo bombazo. Por difícil que resulte superarse en el arte del estacazo de media distancia, Valverde encuentra la manera de sorprender con un nuevo prodigio. Fue un remate atómico.
El Sevilla, que mantiene las mismas señales de convalecencia de las primeras jornadas del campeonato, favoreció los intereses del Madrid con un juego impreciso y alambicado. Contra su deseo de hacer buena letra se oponía un césped que funcionaba como una lámina de patinaje, la propensión a los errores en el pase (gravísimos en ocasiones) y un desequilibrio en la propuesta: futbolistas lentos para un juego que pretendía ser rápido y defensas sin manejo para situaciones que requerían grandes habilidades.
Su reacción en el segundo tiempo se consagró en el empate de Lamela, el más activo de los atacantes y el único con capacidad para el desmarque. El Madrid comenzaba a mudar su piel y se transformó en un equipo de otoño: se protegió cerca de su área, cerró filas, dio impresión de sufrimiento y cebó al rival. Equipo que se confía y se siente cómodo, equipo que comete un error decisivo o es presa de una imparable contra del Madrid, un camaleón en marcha. Cambia de color a conveniencia y con éxito: 19 partidos, 18 victorias, un empate.