El huevo, la gallina y los pases
La cuestión del huevo y la gallina ha regresado a la Selección, que derrotó con una facilidad insospechada a Croacia. Marcó tres goles en el primer tiempo y dejó el partido listo para papeles. Del éxito se extrajo un dato que recorre como la pólvora el mundillo del fútbol. Desde julio de 2008, final y victoria frente a Alemania en aquella inolvidable Eurocopa, España se había impuesto siempre a sus rivales en el porcentaje de posesión de la pelota. Ningún otro equipo poseía una marca tan patentada como la de la Selección y su afán por el control, animada por sus éxitos en el periodo 2008-2012 y no desanimada por las decepciones posteriores.
Contra Croacia, la Selección revirtió sus estadísticas habituales –menos posesión que el adversario y menos remates–, pero ganó el partido con cierta comodidad. Tres goles en el primer tiempo sientan de maravilla a cualquier equipo. Puesto que el debate sobre el modelo de juego ha presidido los últimos 30 años de la Selección, desde la época de Javier Clemente en los años 90 hasta hoy, la rareza estadística en la victoria sobre Croacia recrudecerá la discusión.
Luis de la Fuente nunca se ha proclamado guardián de un modelo concreto de juego, pero las estadísticas no habían variado fundamentalmente durante sus primeros 15 partidos como seleccionador. El equipo ha mantenido su interés por ganar en el porcentaje de posesión, aunque en su propuesta se adivinaba una intención más vertical, favorecida por el excelente rendimiento de sus jóvenes extremos, Nico Williams y Lamine Yamal.
Dani Olmo y Marco Asensio fueron los extremos que eligió De la Fuente el pasado verano para el partido contra Georgia, dos delanteros con una evidente tendencia a buscar posiciones interiores. Se lesionaron los dos en el primer tiempo y fueron sustituidos por Williams y Lamine Yamal, debutante después de su eléctrico ingreso en la alineación del Barça. Desde entonces ocupan las alas de la Selección, a la que han añadido aceleración en el caso del delantero del Athletic y creatividad por parte de Lamine Yamal.
Estaba claro que las características de los dos extremos terminarían por influir en el modelo de juego de la Selección, preparada para el control y dispuesta a correr, para beneficio de Morata, delantero alto y de tranco largo que prefiere los espacios abiertos a la muchedumbre en el área. De esa manera llegó su gol en Berlín, un contraataque de toda la vida, perfectamente ejecutado por el pasador (Fabián) y el finalizador.
Esa jugada marcó el signo del encuentro y la respuesta de la Selección a los croatas, que habían comenzado a manejar el partido con claridad, después de un convincente arranque de España. Se abrió el turno de preguntas. ¿El gol de Morata fue producto del deliberado repliegue de la Selección o una acción circunstancial? ¿Eligió España perder peso en el control a cambio de aprovechar las ventajas de sus veloces delanteros? ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina?
El caso es que se cerró un periodo de 15 años, 11 meses y 137 partidos con más pases que los rivales. Esa realidad, que no se modificó con los siguientes goles –primoroso el de Fabián, nada sorprendente el de Carvajal, que frecuenta el área rival como un delantero invisible–, invita a pensar en un equipo más vertical, influido por las características de sus delanteros titulares. Quedan por resolver las dudas que el resultado ocultó: con menos balón, España salió reforzada del primer partido, pero no tanto como para olvidar que Croacia dispuso de media docena de grandes ocasiones. A día de hoy, España está lejos de garantizar el imprescindible rigor defensivo.
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