El gran ciclo de la Liga
Las personas normales cuentan la vida por años. Nosotros, los hinchas, lo hacemos por temporadas. Un buen amigo me dijo hace poco, en un ataque de dramatismo, que de un tiempo a esta parte le ha dado por calcular las que le quedan. Acaba de pasar los cincuenta, sus niños se están haciendo mayores, está en crisis. Según sus números, le restan unas veinticinco temporadas, no más de treinta, para ver levantar un título a su club, algo que no sucede desde que él era bien pequeño. No tiene mucha fe. Para darle ánimos le dije que todo puede pasar en esta vida, a lo que él me contestó: “Precisamente es eso lo que me preocupa. Que en el futuro todo puede pasar. Yo necesito certidumbres”.
Es cierto que el hincha es un animal de costumbres y vive necesitado de que el eterno retorno dé lo mismo. Cualquier cambio —en las reglas del juego, en fechas, en escudos o colores— nos estresa como a pacientes de TOC. Es normal en estos tiempos desasosegantes de conferences leagues y mundiales en invierno, pero reconozcámoslo: somos un poco Annie Wilkes, la lectora de ‘Misery’ que torturaba a su escritor favorito para que nada cambiara en el mundo de ficción al que se aferró para sobrevivir. Queremos que todo siga igual a cuando nos enganchamos a esta cosa llamada fútbol, sin ser conscientes de que nuestro pasado fue el futuro de otros, que lo que nosotros consideramos clásico fue renovador para quienes nos precedieron.
Por ahora, una buena noticia: después de amistosos a medio trote, vuelve la competición. En eso seguimos en las mismas y en cuanto comienza a llegar septiembre, lo hacen también los partidos de verdad. Han comenzado los campeonatos de Inglaterra, de Francia y de Alemania y la semana que viene nos toca a nosotros. Se lo dije a mis hijos ayer mismo: el lunes que viene (lunes, ¿ven?: lo que para ellos es habitual es algo a lo que yo no me habitúo) juega el Athletic en San Mamés. “¡¿Ya?!”, reaccionaron al unísono, conscientes de que detrás del comienzo de Liga vuelven también las clases. Los tomé de los hombros y mirando al cielo afirmé: “Sí, hijos míos, es el gran ciclo de la Liga”.