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El fútbol sala ya no es cosa de dos

Érase una bella historia entre dos. Con altas dosis de épica. Un idilio que se alargó durante más de dos decenios. Hasta que alguien nuevo llamó a la puerta. Y la puerta se abrió. Brasil y España protagonizaron una rivalidad legendaria en los inicios del fútbol sala. Brasil era Goliat y España ejercía de David, hasta que David creció y se convirtió en un titán a la altura de su oponente. En los siete primeros Mundiales se repartieron los títulos: cinco para la Canarinha y dos para la Roja. Era difícil que nadie se entrometiera en su camino, salvo algún tímido amago. De Italia, por ejemplo. Su fortaleza era infranqueable. Pero ellos mismos, sin percatarse, comenzaron a morir de grandeza cuando sembraron el planeta de su propio futsal. Muchos jugadores brasileños tomaron otras nacionalidades. Tal era el excedente de talento. Y muchos técnicos españoles se expandieron por el mundo. En el Campeonato que este sábado comenzó en Uzbekistán hay cinco seleccionadores con orígenes rojigualdas.

Una de esas figuras que cambiaron de pasaporte se enfrenta este domingo a España en su debut en las filas de Kazajistán: se trata de Leo Higuita, el mítico portero-jugador que revolucionó el futsal. Ya hay muchos países que atacan con el guardameta. Higuita fue el pionero. Será un complicado estreno para los discípulos de Fede Vidal, porque en esta relación cada vez más abierta que se ha convertido este deporte, Kazajistán también llama a la puerta del Mundial. No la ha derribado todavía, porque no ha pasado de semifinales, pero sí integra la larga lista de aspirantes. Al frente están Portugal y Argentina, campeonas en 2021 y 2016, las dos que rompieron la tendencia. Y detrás, varias más: Irán, Paraguay, Marruecos, Francia… Sin olvidar a los viejos rockeros. España lleva 20 años sin cantar el alirón. Brasil suma 12. ¿Sonará una nueva canción? ¿O volverá aquella antigua melodía?

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