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El fútbol según Manolo

“Lo más parecido a De la Peña que tenemos soy yo”, dejó caer Manolo González con media sonrisa de niño travieso antes del derbi contra el Barça. Solo ahora, después de oír a todo un estadio coreando su nombre tras la última victoria del Espanyol ante el Celta, descifro el auténtico significado de aquellas palabras. Eran mucho más que una broma para periquitos. Sí, claro, Manolo comparaba su propia cabeza reluciente con el recuerdo imborrable de Lo Pelat silenciando el Camp Nou en la última victoria blanquiazul (quince años ya) en feudo blaugrana. Pero, a la vez, quizá involuntariamente, pero con el subconsciente en el altavoz a toda pastilla, descubrió la realidad de un equipo que en su vuelta a Primera depende del entrenador que lo ascendió, de su carisma y de su preparación.

La cabeza de Manolo González puede lograrlo. Sin gasto en fichajes este verano, no hay un De la Peña, pero tampoco la sombra de un Tamudo o un Gerard Moreno; ni uno solo de esos jugadores capaces de ganar partidos con una genialidad en una jugada perdida que luce cualquier equipo de media tabla. El Espanyol únicamente se salvará a través del grupo, con la idea de equipo armado desde atrás para hacerse duro de roer que tiene su míster, que no es infalible, pero ha dado varias muestras de saber extraer el 120% de sus jugadores.

Manolo, con su pasado currante de conductor de autobús y de entrenador que ha pasado por todas y cada una (hay un récord ahí, ojo) de las categorías del infrafútbol, de prebenjamines a Primera Federación, ha conectado con la profunda intimidad del hincha, que le ve como a uno de los suyos. Ese señor calvo con su michelín corriendo la banda como un poseso tras una victoria, como haríamos nosotros, es el señor entrenador que logró un ascenso diabólico tras dos eliminatorias, que confió en el pipiolo Joan García (hoy un señor guardameta), que ofrece explicaciones razonables en castellano, catalán y gallego, y, sobre todo, que no sabe contar milongas. Así es Manolo González, el cráneo privilegiado encargado de salvar al Espanyol: la media resultante entre lo que somos y lo que querríamos ser.

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