El éxito es real, pero los síntomas persisten
Los éxitos siempre cuentan y a esa premisa tiene que agarrarse la Selección después de ganar la Liga de Naciones. Venció en la tanda de penaltis a una selección más que contrastada en los grandes torneos, en los que Croacia se desempeña con una habilidad incomparable. Desde el Mundial 2018, ningún equipo se ha movido mejor en el alambre de las dificultades.
Unai Simón rechazó dos lanzamientos –el segundo, un paradón– y ayudó a resolver la excelente tanda española, con cinco de seis tiros convertidos. Seis meses después de la decepción en el Mundial de Qatar, donde Marruecos estiró el empate a cero y terminó por imponerse en la rueda de penaltis, España disfrutó de su primer éxito en once años. De la decepción mayúscula a la alegría, sin duda menor por la categórica diferencia que separa a la Copa del Mundo de la Liga de Naciones.
Nunca se sabe cuándo se revierten los procesos en el fútbol. Al fútbol español se le recuerda por sus victorias en el Mundial 2010 y las Eurocopas que le precedieron y le sucedieron. En los tres casos, la Selección pasó por momentos de gran angustia, al borde de la eliminación, dependiente de la solución en los penaltis. En 2008 se quitó de encima el complejo italiano en la tanda, con Casillas en la portería y Cesc Fàbregas convirtiendo el lanzamiento decisivo. En el Mundial 2010, Casillas adivinó las intenciones de Cardozo y evitó un sofocón tremendo en los cuartos de final. En la Eurocopa 2012, España eliminó a Portugal en las semifinales, penaltis por medio.
De todos esos acontecimientos se recuerda el empaque de aquella Selección y su madera competitiva. Menos presente en la memoria son los partidos resueltos favorablemente cuando ya no importaba el juego, sino la precisión en los penaltis. Cuando su fama estaba más que justificada, la solución estuvo de su parte. Cuando la Selección entró en declive, los penaltis acentuaron el pesimismo: en el Mundial de Rusia 2018 contra los anfitriones, en Qatar frente a Marruecos. Dos empates a cero, eliminación en los dos casos.
El tiempo dirá si esta Liga de Naciones rinde posteriores beneficios a la Selección. Veremos si es una victoria sintomática o una nube de verano. Las dudas persisten porque España no transmite poderío. Recientemente fracasó en Glasgow contra Escocia y ahora sale con el título de campeón después de enfrentarse a Italia y Croacia. Uno, el italiano, es un equipo con problemas similares a los de España. No acaba de reencontrar el rumbo perdido, a pesar de su victoria en la Eurocopa 2021. No acude al Mundial desde 2014. Croacia está en las antípodas de España. Entre 2018 y 2023 ha destacado por su consistencia, dirigida por el incomparable Modric.
En Croacia se pedía a gritos la victoria de su equipo, quizá la última oportunidad para una generación extraordinaria de futbolistas. Los croatas inundaron el viejo De Kuip de Róterdam. Apenas se veían aficionados españoles en el gigantesco ajedrez rojo y blanco en las gradas del estadio. El desequilibrio en el apoyo explicaba la diferencia en el tirón del torneo para las hinchadas de las dos selecciones.
A Croacia, un país de 3,7 millones de habitantes, le ha distinguido el magisterio de Modric y sus centrocampistas, además de un sentido histórico para transformar el fútbol en un motor patriótico. A España le distinguía un modelo de fútbol interpretado a la perfección por una amplia colección de jugadores. Dos equipos muy identificables, que es una premisa necesaria para hacer camino en el fútbol. España perdió su trazo poco a poco y no lo ha recuperado. Esta Liga de Naciones alivia algo la herida, pero no informa de un salto adelante en la confianza. Es un equipo donde cohabitan veteranísimos, chicos muy jóvenes y algunos representantes de la generación perdida. Si este título instala un nuevo ánimo, bienvenido sea.