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El Espanyol, en la ‘Cueva de los Ladrones’

Están sucediendo cosas inimaginables en este epílogo de un 2022 en el que el Espanyol solo ha sido capaz de ganar cinco partidos de Liga. Como que el conjunto perico se imponga en dos tandas de penaltis consecutivas y derrote en una final internacional al Barcelona. Aunque sean de categoría infantil, en LaLiga Promises. O que un tribunal extradeportivo de Madrid congele 52 días después, y a las puertas del derbi, una sanción sobre el ‘pichichi’ del campeonato.

En el fondo, la cautelar a Lewandowski es la magdalena de Proust del espanyolismo. Ni la margarita que deshoja Chen sobre la venta del club mientras la niega rotundamente, ni los timings de Catoira para posponer a enero fichajes que eran una necesidad en julio. Tampoco la turbadora marcha del equipo, con ese decalaje entre los buenos propósitos, la fe inquebrantable en Diego Martínez y la clasificación. No hay lucha intestina, cainita, en el Espanyol que no desaparezca, o cuando menos quede aparcada, a la que irrumpe el Barça.

Se trata de la Cueva de los Ladrones, expresión que si han llegado hasta aquí comprobarán que no obedece a las emociones que los pericos creen sentir a menudo en el Camp Nou, sino que es el nombre que recibió un famoso experimento que constató cómo cualquier grupo de personas, con pocas o muchas coincidencias entre sí, se unen indisolublemente ante la amenaza de un ataque inminente. Ante el enemigo común. Al Espanyol se la han puesto botando. Para que su epílogo de 2022 sea todavía más inimaginable.