El Espanyol baila con el miedo
Le daría al Espanyol para escribir un ensayo sobre el miedo. Se había hartado esta temporada a reaccionar encogiéndose, agazapándose, viviendo atenazado, en tantas jornadas que se desperdiciaron y en que la moral de los jugadores se fue minando. Pero, ya con Luis García y más concretamente en el Sánchez Pizjuán había escogido enfrentarse, mostrarse desinhibido, atrevido, a veces hasta feroz. Al menos, hasta que Darder tuvo que ser sustituido por Vinicius, quien en una acción tan aislada como determinante eligió la tercera vía contra el miedo: la inconsciencia. Viendo la clasificación y el calendario, el trabajo consistirá en evitar el siguiente estadio: el pánico.
Porque justo cuando los jugadores más se lo creen, cuando esa ansiedad de todo el año se convierte en el desparpajo de Melamed, el alma de Puado en su golazo o la seguridad de Joselu, va y más se sumerge el Espanyol en la zona de descenso. Capaz de algo tan complejo como remontarle un gol inicial al Sevilla, y con controversia arbitral en al menos tres de los cinco goles de la tarde, se hundió en ese tramo final bajo el influjo del ciclotímico Nervión. Perdió el balón, y con ello, su esencia desde que aterrizó Luis García. Cada victoria desperdiciada obliga a cosechar la siguiente para no descender. Y eso pasa por el derbi ante el Barcelona. El del título. El de la permanencia.