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Hay una serie argentina, ‘El encargado’, que narra el día a día del conserje de un edificio en Buenos Aires. Una mañana cualquiera, uno de los vecinos de la comunidad le pregunta de repente por el tiempo que lleva trabajando en la finca: “29 años, 8 meses y 17 días”. En ese preciso instante sabe que está vendido. Algo traman. En efecto: al poco descubre que buscan deshacerse de él e instalar un portero automático con seguridad externalizada. Valiosa enseñanza: nadie te recuerda la edad con buenas intenciones.

Sucede algo parecido con ‘el encargado’ de este Real Madrid, con Modric: ¿Es estrictamente necesario que cada vez que hablemos de él haya que mencionar su edad? Resulta agotador. Ya sabemos todos que es veterano, que este no es su primer rodeo. No hace falta recordarlo a cada balón que toca, en cada partido que juega. No puedo con ese ‘tic, tac’ que suena de fondo con Modric. Es como tener al lado a ese siervo cuyo único cometido era susurrarle a Julio César: “Recuerda que eres mortal”.

Vivimos obsesionados con la edad de los deportistas. Juzgándolos por su partida de nacimiento, no por la de resultados. El sábado, tras media hora excelsa contra el Barça, todos los titulares sobre el croata rezaban: “Con 38 años y 47 días, Modric ya es el jugador más viejo en jugar un clásico”. A continuación se sumaban otros datos de interés: “Cuando Bellingham tenía 6 semanas, Modric debutaba en el fútbol profesional”. Si van a salir efemérides así en cada partido, el que se retira soy yo.

Solo pido que dejemos de tratar a Modric como un anciano. Como si no supiera, el pobrecito, lo que le conviene para poder llegar a mayo en condiciones óptimas. A veces se le quiere mandar al banquillo como si fuera una residencia de mayores. Es deprimente y, sobre todo, injusto. Si caer contra el City en semifinales de Champions es un signo de declive, jubilemos a media Europa entonces. Lo escribía Álvaro Benito tras el Clásico: “Me cuesta mucho entender que Modric no sea titular en los días gordos”.

Hace poco leía en un libro de Millás que cuando fue a renovar el DNI le dieron uno que caducaba en el año 9999. Pensó que se trataba de un error hasta que le dijeron que una vez cumplidos los setenta te dan un carné para el resto de vida. Se metió en un bar, deprimido: el último DNI de su existencia se parecía a un certificado de defunción.

Algo parecido ocurre con Modric: cada partido que juega parece el de su retirada con tanto recordatorio de su edad. Todos parecen empeñados en querer darle ya uno de esos carnés sin fecha de caducidad. Pero él se resiste. Porque sigue siendo el encargado de este edificio.

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