El deporte mira hacia otro lado

El Gobierno español, con Pedro Sánchez al frente, ha pedido la exclusión de Israel de todas las competiciones deportivas por el genocidio de Gaza. Más vale tarde que nunca. Ha sido necesario reventar una prestigiosa carrera ciclista como la Vuelta a España, con poca relación con el conflicto, para que algunas instituciones descubran de repente la permisividad y el doble rasero con el que han actuado las federaciones internacionales con la matanza palestina, cuando poco antes no supieron verlo en el Eurobasket, la Champions o los Juegos Olímpicos. Insisto: nunca es tarde. El mensaje no ha calado en el deporte. De momento. El COI, que tiene en su currículum algunos capítulos tan oscuros como la concesión de los Juegos de Berlín 1936 a la Alemania nazi de Hitler, ha desestimado la sanción al Israel de Netanyahu con una confusa alusión al cumplimiento de la Carta Olímpica.

Al parecer, ese mismo argumento no servía para la invasión de Ucrania, cuando solo tardaron cuatro días en expulsar a Rusia y Bielorrusia de todas las competiciones. Y eso incluye a la UCI, que entonces se deshizo del equipo Gazprom-RusVelo a la misma velocidad que ahora apoya con comunicados al Israel-Premier Tech. Hay quienes aluden al origen de los conflictos para explicar la diferencia de trato. Es verdad que, inicialmente, el ataque israelí fue una respuesta al terrorismo de Hamás, pero la matanza de más de 64.000 personas, entre ellas 18.000 niños, y el bloqueo de alimentos en la Franja deja de justificar la defensa de ninguna causa. La autonomía del deporte es otra de las excusas para seguir mirando hacia otro lado con esta barbarie. Precisamente, debido a esa autonomía, el deporte debería desmarcarse de la vergüenza del resto de la comunidad internacional. El deporte es solidaridad. No complicidad con el terror. Ni hipocresía según quién lo cometa.

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