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El caso del rubio platino

Uno de mis podcasts favoritos de los últimos años fue el exitoso Mystery Show en el que una periodista se dedicaba a resolver pequeños misterios cotidianos, asuntos de andar por casa, pero de esos que te obsesionan y en los que no puedes dejar de pensar, como cuando te quitan una muela y no paras de pasar la lengua por el hueco. Uno de esos casos, por ejemplo, fue averiguar qué había pasado con un videoclub en su calle que había desaparecido de la noche a la mañana cuando acababa de alquilar una película el día anterior. Lo suyo no era resolver grandes casos, sino cerrar misterios más domésticos, aunque no por ello menos interesantes.

Uno de esos ‘pequeños grandes misterios’ que a mí me gustaría poder resolver algún día, uno que me persigue y atormenta en las noches de insomnio, es el ‘caso Odegaard’. ¿Qué diablos pasó ahí entre el Madrid y el jugador? ¿Por qué no funcionó? ¿Qué falló? Lo pensaba de nuevo el otro día, viendo la enésima exhibición del noruego, llevando la batuta de ese Arsenal que va líder de la Premier. Y no me lo podía explicar.

Tras una apuesta valiente y decidida del club por un jugador de apenas 16 años, por el que luchó contra otros grandes, y después de varias cesiones en las que se fue cocinando su talento a fuego lento, el club de repente se deshizo de él en el mercado de invierno, saliendo por la puerta de atrás y sin poner ninguna de las partes demasiadas trabas. Hasta con cierto alivio. Todo fue muy raro.

Es verdad que tal vez Odegaard no encajaba a priori en el esquema de juego del Madrid. ¿Pero saben quién no encajaba tampoco al principio en el esquema del Madrid? Modric. Otros dicen que no pudo o supo aprovechar sus primeras oportunidades. ¿Saben quién no aprovechó sus primeras oportunidades? Efectivamente, Modric. Así que esas explicaciones no me valen. Con otros jugadores jóvenes el club fue muchísimo más paciente (Vinicius, Valverde, Rodrygo). Con Odegaard, en cambio, la sensación fue distinta, la de no haber conectado jamás. ¿Fue un asunto con Zidane? ¿Era un tema de personalidad? ¿Todo se redujo a la falta de minutos? ¿Faltó paciencia? ¿Vio un muro infranqueable en Modric y Kroos? ¿No encajó en el vestuario? ¿Odiaba el clima seco de Madrid? ¿No encontró piso en Idealista?

Me mortifica el asunto. Cada pase filtrado que le veo haciendo vestido de rojo es como un cuchillo que se me clava en el costado. Ya solo por un tema de mera superstición, yo habría intentado seguir con otro centrocampista rubio. Si el club siempre vuela en Europa con el mismo piloto talismán, esto parece todavía más crucial. O creemos en todo o no creemos en nada.

Algún día sabremos qué pasó. La verdad está ahí fuera.