El campeón juega en casa
Después de 13 ediciones consecutivas de dominio clásico, Barça o Madrid, la Copa del Rey respiró frescura el año pasado con el éxito del Unicaja de Málaga, que aplastó a los gigantes, uno por uno, para despertar el aletargado espíritu del KO, la esencia copera de un trofeo que se alternaba entre las vitrinas blancas y las azulgranas sin que nadie fuera capaz de frenar la inercia. Es normal que, históricamente, el Real Madrid y el Barcelona tengan más títulos que los demás: 28 de los primeros y 27 de los segundos, en una igualdad manifiesta que los culés podrían ajustar más si ganaran esta semana. Son los dos colosos del basket español, y también del europeo, dos equipos con altísimos presupuestos que son cubiertos por el paraguas del fútbol. Un Clásico siempre es atractivo, no nos vamos a engañar, pero el dominio autoritario también provoca cansancio en los aficionados. La Copa es el mejor escenario para quebrar esa dictadura. Aquí no hay segundas oportunidades.
Así lo entendió el Unicaja en el pasado certamen. Y tanto se lo creyó, que ahora se ha plantado en el Martín Carpena con la aureola de gran favorito. Los andaluces llevan 17 victorias en las últimas 18 jornadas de Liga, donde ocupan con solvencia la segunda plaza, y han sido uno de los pocos equipos capaces de voltear este curso al Real Madrid, que con su abrumadora racha de 43 triunfos en 50 partidos, y con la Supercopa ya en la buchaca, es el otro gran aspirante en los pronósticos. El problema para el Unicaja, pero bendito problema, es que esta vez no cuenta con el factor sorpresa. Además de que tendrá que lidiar con la maldición del anfitrión, que no gana en su domicilio desde el Baskonia en 2002 y, anteriormente, desde el Zaragoza en 1984. Las rachas y las estadísticas están para romperlas. Los de Ibon Navarro ya lo hicieron el año pasado en Badalona. ¿Por qué no repetir en casa?